El trading te obliga a estar en perfecta comunión con tu mente. No hay excusas, no hay culpables, simplemente una persona que toma decisiones. Nos enseñan a ser un eslabón de la cadena, a que podemos ser fácilmente reemplazables si nuestro rendimiento no es el adecuado. Estamos programados desde la más tierna infancia, y sin darnos cuenta, mamamos de una sociedad con reminiscencias militares e industriales. A mi hija aún hoy, le sigue aturdiendo una sirena en los cambios de clase, ya de mayores nos inculcan una sumisión a una jerarquía obsoleta (no confundir con el respeto o la educación), debemos cumplir un horario aunque seamos capaces de resolver nuestra tarea en menos tiempo, y un sinfín de contradicciones para ser año 2016.
Andrew Neiman es un joven y prometedor baterista de jazz que se matricula en el conservatorio de música Shaffer, en la ciudad de Nueva York, considerado el mejor del país. Allí se encuentra con una competencia feroz donde sus sueños de grandeza son tutelados por Terence Fletcher, un perfeccionista y abusivo director de orquesta que no se detendrá ante nada para obtener el máximo potencial de Andrew.
Todos buscamos atajos, un día descubres que el mejor atajo es no buscarlo, ir por el camino más largo, que básicamente consta de dos palabras: ser perseverante. Puedo decir, sin temor de equivocarme, que la repetición es la llave maestra del aprendizaje, también en las pantallas. Algo que casi todos sabemos pero que casi nadie aplica a conciencia, ni siquiera al que ahora lees.
Esta semana escribo, tras la experiencia del vídeo de la semana pasada, para trasmitir que el objetivo del trading no sólo es ganar dinero, es hacer fácil lo que parece difícil, pasar a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
Vivir un lunes de lunes a viernes. Ser un eterno octubre. Despertador, sueño, ducha. Anhelar una gripe, un catarro e incluso el ERE. Tu cuerpo acude a la oficina, tu mente hace mucho que marchó. No elegí compañeros, algunos brillantes y sensatos, aunque esclavos a la misma nómina, a idéntico miedo al “te dirán”. Una actriz, un pintor, un criador de perros, … ¿y yo? Yo ni siquiera sabía que quería ser. Opté por quemar las naves.