Una carrera, un máster o un curso especial. El coste de los estudios de grado superior es elevado, y no todo el mundo puede hacer frente por sí mismo al pago de la matrícula. No obstante, el acceso a la universidad se ha generalizado gracias a los préstamos que se pueden encontrar en el mercado, y que se adaptan a las necesidades y situaciones de cada estudiante.
Por norma general, este tipo de préstamos se utilizan para costear el pago de la matrícula, aunque también permiten, en algunas ocasiones, hacer frente al coste del material, la manutención y el alojamiento a aquellos que tienen que trasladarse a otra ciudad para estudiar.
Estos productos suelen tener unas condiciones más ventajosas que los préstamos al consumo, dado que tienen en cuenta que los estudiantes no pueden trabajar a jornada completa y, por tanto, no tienen los mismos ingresos que cualquier otra persona.
Concretamente, lo más atractivo es el tipo de interés y las comisiones, que son más reducidos. Según el Banco de España (BdE), la media de interés de los préstamos estudiantiles oscila entre el 3,50% y el 6,00% (dependiendo del banco, la vinculación del cliente y el tipo de estudios), frente al 8,00% de media de los préstamos al consumo. Además, la mayoría de estos préstamos son a tipo fijo. En cuanto a las comisiones, casi todos los préstamos las aplican, sobre todo las de apertura, que pueden oscilar entre el 1,00% y el 3,00%.
Y por tratarse de un préstamo al estudio hay muchas entidades que no piden vinculación alguna, pero otras sí exigen la domiciliación de una nómina, sobre todo si la financiación se pide para pagar la matrícula de un máster o postgrado. Todo ello sin olvidar que en muchas ocasiones los estudiantes también tienen la opción de pedir un periodo de carencia, que permite no pagar durante un determinado periodo de tiempo. Suele hacerse al inicio, durante un periodo de unos dos años, de forma que en ese tiempo no habrá que abonar cuotas, capital ni intereses. Facilita así empezar a reembolsar el crédito cuando el estudiante esté trabajando.
Los importes también varían, ya que cada estudiante podrá pedir la cantidad que más se ajuste a sus necesidades. Estos préstamos pueden oscilar entre los 10.000 euros y los 70.000, con plazos máximos de amortización de entre 5 y 10 años, aunque si la cantidad es muy elevada pueden llegar hasta los 15 años.
Estos son los distintos tipos de crédito a los que pueden acceder actualmente los estudiantes:
-Créditos para financiar toda la carrera: el capital debe destinarse a pagar la matrícula y, si fuese necesario, otros gastos relacionados con el grado universitario.
-Anticipos de becas: este tipo de financiación adelanta el importe de una beca concedida cuyo importe aún no ha sido ingresado. En algunas ocasiones los bancos ofrecen los anticipos de beca sin cobrar intereses.
-Préstamos para máster y posgrado: permiten hacer frente al coste, en ocasiones tan elevado, de los estudios superiores.
-Préstamos para Erasmus o estudios internacionales: sirven para financiar el coste, en casos difícilmente asumible, de estudiar en otro país.
-Créditos para otros cursos: se pueden pedir para estudiar cualquier curso extracurricular que carezca de una tipología oficial y, por tanto, no se adapte a los anteriores tipos.
En cualquier caso, la opinión de los expertos es unánime: siempre hay que elegir el tipo de crédito que mejor se adapte a la formación que se va a cursar, para asegurarse siempre de no pedir más dinero del que se va a necesitar y para que las condiciones sean las más ventajosas posible. Para ello, lo mejor que se puede hacer es no tomar una decisión precipitada y comparar todas las opciones que hay en el mercado.
REQUISITOS DE ACCESO
Como requisitos, mencionar que los préstamos de estudios son productos financieros que tienen una garantía personal. Eso significa que el prestatario aporta como garantía de pago el conjunto de sus bienes personales presentes y futuros, como pueden ser los ingresos o los ahorros. No obstante, dado que muchos universitarios no disponen de ingresos suficientes, es normal que algunos bancos pidan un avalista que garantice el reembolso del crédito, que suelen ser los padres. Por tanto, si hay avalistas serán ellos los que respondan con sus bienes ante un impago o el incumplimiento de cualquiera de las condiciones acordadas en el contrato de suscripción del préstamo.