MADRID, 4 (EUROPA PRESS)

La exposición prenatal a niveles bajos de metilmercurio no afecta a la cognición en la infancia, pero ciertas variantes genéticas pueden aumentar la susceptibilidad, según ha concluido un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por "la Caixa", en colaboración con la Harvard T.H. Chan School of Public Health (Estados Unidos) y la Universidad de Bristol (Reino Unido).

Los investigadores recuerdan que la exposición al metilmercurio puede afectar el neurodesarrollo, particularmente durante la etapa prenatal. "Cuando el mercurio entra a los océanos, lagos o ríos, se convierte a metilmercurio por acción bacteriana y se acumula en peces y mariscos. Estudios previos han encontrado que el efecto de la exposición a dicho compuesto depende en parte de la predisposición genética, en otras palabras, la expresión de ciertas variantes genéticas", explican.

De hecho, un estudio anterior realizado con 1.127 niños de la cohorte 'ALSPAC' de Bristol y liderado por Jordi Júlvez, investigador de ISGlobal, identificó cuatro variantes (o polimorfismos) asociados con un mayor efecto de metilmercurio sobre el desarrollo cognitivo.

En este nuevo trabajo, Júlvez y su equipo incluyeron datos de 1.045 niños adicionales, y exploraron más de 240 polimorfismos en genes que intervienen en vías metabólicas relacionadas con el neurodesarrollo y la neurotoxicidad. Midieron concentraciones de mercurio en muestras de cordón umbilical, y evaluaron el cociente intelectual (CI) a los ocho años de edad para los 2.172 menores. El análisis también tomó en cuenta la ingesta de pescado y marisco (la principal fuente de metilmercurio, pero también fuente de ácidos grasos benéficos) y la posición socioeconómica de la madre.

Los resultados muestran que, en promedio, la concentración de metilmercurio en sangre de cordón umbilical fue baja (2,7 ug/ml), lo cual "seguramente refleja el bajo consumo de pescado en la población inglesa". De manera general, no se encontró una asociación negativa entre concentraciones del metal y puntuación de CI a los 8 años. Sin embargo, los análisis sí que mostraron que los niños que presentaban polimorfismos en ciertos genes obtenían resultados más bajos en los tests de CI.

En otras palabras, los niños portadores de estas variantes genéticas mostraban evidencia de toxicidad por metilmercurio que no se apreciaba en la totalidad de la muestra. "Estos resultados destacan la necesidad de considerar el impacto de la predisposición genética cuando se evalúa la toxicidad por metilmercurio," argumenta Júlvez.

Tres de estos polimorfismos se identificaron por primera vez, mientras que otros dos se habían detectado en el estudio previo realizado por el mismo equipo. Uno de los polimorfismos validados por esta investigación se encuentra en el gen del receptor para la progesterona, una hormona sexual que parece ejercer un efecto neuroprotector.

La variante genética identificada podría funcionar mal, disminuyendo así el efecto protector de la progesterona. "Un 30 por ciento de los niños en la población general porta esta variante genética y, por lo tanto, puede ser más vulnerable a la exposición prenatal al metilmercurio, incluso en condiciones de baja exposición," añade el investigador.

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