Si retrocedemos hasta principios de año, la economía china estaba mostrando toda su fuerza. Pero el país ha decaído bastante desde entonces: la inversión y los beneficios industriales disminuyeron en los últimos datos de abril y mayo, y las ventas minoristas tampoco volaron como se esperaba.
La actividad manufacturera se hundió a la cifra más baja registrada este año 2023, un reflejo en gran parte de una caída global en la demanda de bienes y servicios, ejes de la recuperación de China, donde están viendo tambalearse su crecimiento, lo que podría acarrear serios problemas.
Este cambio en el ritmo económico de China aumenta el riesgo de una espiral descendente, desencadenada tanto por las empresas como por los consumidores. Después de todo, los bolsillos podrían apretarse ahora que entra menos dinero, lo que llevaría a la gente a gastar e invertir más a regañadientes.
En cualquier caso, los economistas ya han rebajado sus previsiones de crecimiento al 5,5%. Y aunque sigue siendo superior al objetivo del 5% fijado por el Gobierno, supone una fuerte rebaja con respecto al objetivo del 6% o más que defendían hace unos meses. Sin embargo, si el Gobierno quiere reactivar la economía, es posible que tenga que poner en marcha algunos de sus programas de apoyo económico, de los que tanto se ha rumoreado pero que apenas se han visto.
Si el Gobierno da un paso al frente y actúa con decisión, podría reavivar los mercados chinos y presentar una oportunidad de reentrada para todos los inversores. Pero tras este prolongado periodo de incertidumbre, la paciencia de mucha gente parece empezar a agotarse.
Basta con echar un vistazo al índice Hang Seng de Hong Kong, que sigue a un grupo de grandes empresas de China continental: ya ha caído mucho en territorio de "mercado bajista", un 15% desde su máximo en enero.