La guerra y las sanciones han disparado los precios de los hidrocarburos, lo que implica que los exportadores de combustibles están nadando en dinero. Actualmente se estima que en 2022-2023 el superávit por cuenta corriente de los petroestados del Golfo podría llegar a los dos tercios del billón de dólares.
Los países del Golfo Pérsico no son los únicos beneficiados de estas ganancias inesperadas. El año pasado Noruega, que aumentó sus exportaciones de gas a Europa por los cortes de suministro a Rusia, ingresó alrededor de 150 mil millones de euros en impuestos derivados de venta de hidrocarburos, un 150% más de lo que ingresó en 2021. Incluso Rusia, bajo sanciones, vio aumentar su beneficio un 19%.
La realidad es que son los países del Golfo los que más se benefician y más ingresos están obteniendo principalmente por sus bajos costes de producción y por su capacidad de reserva.
En el pasado, este superávit habría ido a parar a las reservas de divisa de los bancos centrales. La mayoría de los países del Golfo vinculan su moneda al dólar por lo que deben reservar o invertir en divisa en caso de un boom. Esta vez, sin embargo, las reservas de los bancos centrales no parece que estén aumentando.
Así que ¿dónde van los petrodólares? Principalmente para pagar deuda, prestarlo a sus aliados y adquirir activos extranjeros.
Por causa del Covid-19 la demanda de petróleo bajó haciendo que el barril de crudo llegase a los 18 USD en abril 2020. Para aguantar el shock, estos países liquidaron varios activos extranjeros y sus bancos centrales vendieron parte de su reserva de divisas, pero como esto no fue suficiente tuvieron que pedir prestado en divisa fuerte en los mercados. Así que ahora, están aprovechando la subida de precios para reforzar sus balances.
También están aprovechando para prestar a aquellos países aliados que estén pasando dificultades. A principios del 2022 el Banco Central de Egipto, un gran importador de alimentos apretado por el alto precio del grano, recibió 13.000 millones de dólares en depósitos de Qatar, Arabia Saudí y de EAU. Otro ejemplo sería Arabia Saudí permitiendo a Pakistán en los últimos años aplazar los pagos de la compra de petróleo.
Estos préstamos son una fracción de todo el superávit, el grueso se concentra en la adquisición de activo extranjero. Esta inversión se está centrando, en contra de lo que venía siendo habitual, en países del sudeste asiático y concretamente en empresas que tienen algún tipo de relación con el petróleo, bien porque se benefician de él o porque plantean alternativas sostenibles de futuro.
Estas inversiones se canalizan a través de sus fondos soberanos o de fondos con elevada vinculación a los intereses de los países. Incluso han llegado a proporcionar deuda para financiar grandes adquisiciones de empresas.
Todo esto apunta a un nuevo enfoque en la estrategia de inversión de estos países. Hace dos décadas, cuando los fondos soberanos se pusieron de moda, muchos países en Occidente manifestaron su preocupación ya que podrían usarse para perseguir sus agendas políticas. En aquel momento, dichas preocupaciones resultaron en exceso pretenciosas, pero hoy puede que estén más cerca de ser una preocupación real. El problema es que pocos se han dado cuenta de ello.