En los aproximadamente 250 años desde la Revolución Industrial la población mundial, al igual que su riqueza, ha crecido abundantemente. Sin embargo, antes del final de este siglo el número de habitantes del planeta podría reducirse por primera vez desde la peste negra. La razón no se debe, como con la peste, a un aumento de la mortandad sino a una reducción de la natalidad.
En gran parte del mundo la reducción de la tasa de natalidad es un hecho y sus consecuencias no son halagüeñas. En el año 2000 la tasa de natalidad era de 2,7 nacimientos por mujer, cómodamente por encima de la “tasa de reemplazo” de 2,1 en la cual la población es estable.
Hoy está en 2,3 y cayendo. Los 15 países con mayor PIB tienen todos una natalidad por debajo de la tasa de reemplazo. Aquí también se incluye a India y a China que juntas suman más de un tercio de la población mundial.
Excluyendo a África de la ecuación, la población mundial se espera que llegue al máximo en la década del 2050 y que acabe el siglo con menos habitantes que hoy. Incluso en África, que históricamente ha tenido un mayor número de nacimientos la tasa de natalidad está descendiendo rápidamente.
¿Cuáles son las consecuencias? Una reducción de la población genera problemas. El más obvio es la dificultad para mantener a los pensionistas. Las implicaciones son unos impuestos más altos, un aumento de la edad de jubilación, menores retornos para los ahorradores y probablemente crisis en los presupuestos de los gobiernos. Y este es sólo uno de los problemas.
El dinamismo juvenil es un gran contrapunto al conocimiento acumulado de los trabajadores más experimentados ya que traen cambios. Las patentes registradas por inventores más jóvenes son mucho más propensas a generar innovaciones revolucionarias. Los países más envejecidos son menos emprendedores y tienden a asumir menos riesgos.
Electorados envejecidos tienden también a anquilosar la política. Ya que los mayores se benefician menos que los jóvenes cuando una economía crece suelen ser menos proclives a políticas que favorecen el crecimiento.
¿Cuál es la solución? Pese a que las causas son diversas y las soluciones que se plantean también lo son, es difícil invertir una tendencia tan clara por lo que eventualmente el mundo tendrá que funcionar con un menor número de jóvenes y tal vez con una población en contracción.
Si la tecnología permite a la humanidad supera el descenso de la natalidad encajará en el patrón histórico. Avances inesperados en la productividad han significado que las bombas de relojería demográficas, como la hambruna masiva que predijo Thomas Malthus en el siglo XVIII, nunca llegan a explotar.
Menos bebés implica menos genios, pero ese puede ser un problema que los genios pueden solucionar.