La historia y evolución del apalancamiento financiero se puede estudiar en tres pasos. Los bonos de alto rendimiento (o “bonos basura”) fueron el primer paso. Eso terminó en 1990 cuando Michael Milken, el padrino de este tipo de deuda, fue enviado a prisión por fraude y perseguido posteriormente por su falta de ética en la creación de deuda de empresas. En el segundo paso, el crecimiento del capital privado, “Private Equity (PE)”, fue financiado tanto con bonos basura como con préstamos apalancados, que exigen que las empresas paguen un tipo de interés variable en lugar de los cupones fijos de la mayoría de los bonos. Los inversores en crédito privado están realizando ahora el tercer paso. Desde 2020, estas empresas, que a menudo también gestionan fondos de PE, han invertido más de 1 billón de dólares. Cuando los tipos de interés subieron en 2022 y los bancos dejaron de otorgar nuevos préstamos, el crédito privado se convirtió en la única opción disponible y sobre todo la más rentable.
El mercado de apalancamiento financiero, comprende bonos basura, préstamos apalancados y activos gestionados por firmas de PE, en proporciones aproximadamente iguales. Los fondos de crédito privados promocionan la certeza y la flexibilidad como causas para hacer negocio. Tener que enfrentarse a menos prestamistas que en el mercado de préstamos apalancados, que está totalmente sindicado, a menudo significa acuerdos más rápidos y términos más flexibles. A medida que los tipos de interés altos ejercen presión sobre los balances, por ejemplo, los prestatarios de préstamos privados negocian cada vez más para aplazar sus pagos.
Algunos están recurriendo a los mercados de préstamos públicos apalancados para refinanciar la deuda privada que tienen más cara. Parece improbable que se produzca una nueva actividad de negocio, que podría haber incrementado las rentabilidades. El capital privado sigue atrapado en un punto muerto. Los fondos dudan si vender participaciones que compraron cuando los tipos de interés eran bajos por temor a que valgan menos de lo que se imaginaban anteriormente. Mientras tanto, sus inversores están cada vez más preocupados por la lentitud con la que las rentabilidades de las participaciones se convierten en dinero líquido. En una encuesta reciente el 38% de los inversores no esperaba que la actividad de negociación se recuperara antes del próximo año.
Cuando el mercado de préstamos apalancados maduró después de la crisis financiera mundial de 2007-2009, muchos se deshicieron de sus cláusulas que protegen a los acreedores. En otras palabras, los préstamos se volvieron más bien bonos basura. Y algo similar ya está sucediendo en el PE, que históricamente contaba con protecciones más fuertes para los acreedores.
La oportunidad más clara es la deuda más especializada, desde préstamos de tarjetas de crédito hasta financiación de proveedores de suministros, que puede agruparse como créditos privados estructurados. Esa deuda es un componente crítico de la expansión de las empresas de los PE en el negocio de los seguros de vida, y algunos bancos incluso se están asociando con gestoras para deshacerse de sus carteras de préstamos y de esa manera sacarlos a los mercados cotizados.