Lejos quedan los tiempos en los que las bolsas competían porque las grandes compañías tecnológicas cotizasen en ellas. Ahora estas se han convertido en grandes empresas que hacen uso de su red, sus datos y la capacidad de escalar tan propios de las empresas tecnológicas.
La Bolsa de Londres, London Stock Exchange (LSE), estaba valorada en menos de 1.700 millones de euros cuando salió al mercado en 2001. Hoy en día su valoración se sitúa por encima de los 45.000 millones de euros. La New York Stock Exchange (NYSE) ahora forma parte de Intercontinental Exchange (ICE), que está valorada en 67.000 millones de euros. La Bolsa de Hong Kong (HKEX) ha aumentado su capitalización unas 75 veces, hasta los 64.000 millones de euros, y ha disparado sus beneficios.
Una vez arcaicos monopolios, las bolsas actualmente han ampliado sus modelos de negocios. Aún mantienen su actividad como cámaras de compensación que permiten el intercambio de manos de miles de millones de euros por billones de acciones diariamente, pero se han convertido en notorios conglomerados financieros que controlan desde el software que alimenta los back offices de los bancos a los datos que nutren a los propios inversores. Esta expansión ha llegado hasta tal punto que han entrado en una carrera por convertirse en las dominadoras de los mercados.
Las bolsas solían ser propiedad de sus propios miembros, bancos y brokers, y su principal fuente de beneficios era el cobro de comisiones sobre transacciones y emisiones de acciones. Buscaban aumentar beneficios expandiéndose a otros países y convertirse en cámaras de compensación de otros activos, distintos de los tradicionales, tales como los derivados o las divisas. Muchas incluso se metieron en el negocio de la liquidación.
Durante ese periodo la competencia entre ellas se podría definir como un “comer o ser comido”, ya que las adquisiciones estaban a la orden del día. En 2007 NYSE compró Euronext, un grupo que incluía las bolsas de París y Amsterdam. ICE, en 2013, se hizo con NYSE con Euronext ya integrado. Este tipo de crecimiento no duró mucho ya que se dio de bruces contra los vetos políticos y las leyes antimonopolio.
Sin la posibilidad de consolidar mercados a través de compras, las bolsas han buscado maneras creativas para seguir aumentando beneficios. El auge de los fondos indexados ha hecho que estas empresas se fijen en los índices que estos fondos replican. En 2010 la Chicago Mercantile Exchange (CME) compró Dow Jones, la empresa responsable de la creación y seguimiento de los índices más seguidos en EEUU. También han centrado su atención en los proveedores de datos. LSE adquirió en enero de 2021 Refinitiv, una de las proveedoras de datos más importantes. Se han dado cuenta que mientras los volúmenes de compraventa son cíclicos, tanto índices como datos se comercializan por suscripciones y tienden a tener una demanda más estable.
El resultado es una pirámide jerárquica cada vez más consolidada. En la base encontramos las bolsas de los países emergentes o pequeños países desarrollados, con escasez de liquidez y de tamaño que son incapaces de diversificar sus ingresos. La mayoría debería fusionarse pero muchas están sustentadas por los gobiernos de los propios países.
El segundo escalón lo ocupan aquellas bolsas con un mayor peso regional cuyos ingresos superan los 500 millones de euros. En la parte superior de la pirámide se encuentran, con ingresos superiores a los 2.500 millones de euros, las gigantes: CME, Deutsche Börse, ICE y LSE. Estas se han asegurado la demanda de grandes volúmenes y seguirán buscando nuevas fuentes de ingresos diversificando sus negocios para consolidarse no solo como grandes bolsas sino como grandes empresas.