Pánico: Dicho del miedo o del terror, extremado o muy intenso, y que a menudo es colectivo y contagioso. El significado de esta palabra en el Diccionario de la Lengua Española cobra en estos momentos más importancia que nunca para los inversores, muchos de ellos en estado de pánico al ver cómo el COVID-19 se ha llevado por delante en unas pocas semanas lo que los mercados tardaron varios años en conseguir. Ya lo comenté hace unas semanas en este medio: las peores decisiones se toman cuando te sientes superado por los acontecimientos.
Este miedo a la volatilidad, que se ha ido contagiando con la misma rapidez que el coronavirus, ha nublado las esperanzas de futuro de muchos ahorradores que tienen su dinero en fondos de pensiones y de inversión. Hago una llamada a la calma. Ahora no es el momento de la toma de decisiones, es la hora de ganar tiempo. Y el tiempo casi siempre corre a favor de los mercados y, por tanto, también de los inversores.
¿Cómo evitar el pánico? Lo primero es pensar siempre en positivo: lo mejor está por llegar. Que el PIB va a caer es más que evidente; que va a subir el paro, también; que un día sí otro también nos vamos a despertar con noticias negativas, seguro. Pero que el sol va salir es lo que más claro tengo después de muchos años de batalla en todas las trincheras. Y brillará más y mejor.
¿Cómo manejar el tiempo? Ahora nadie sabe cuándo va a acabar esto, y tampoco puedo aventurar una fecha para la recuperación. La historia dice que 7 años, y yo creo, porque soy optimista, que puede ser algo menos, pero no mucho menos. Invertir a largo plazo nos hace olvidarnos de la inmediatez y nos evita muchos problemas.
Piensa en lo que necesitas para tu día a día y pon el resto de tu dinero a trabajar pensando, como poco, en 2025. Toma algo de riesgo y confía en la historia, que es sabia.
¿Es mejor confiar en la gestión activa? Sin duda alguna. Si hasta hace dos meses, por mucho que quieran convencernos, y con los mercados en máximos, la gestión pasiva no ha logrado batir al índice –atendiendo a los costes que genera- puedo asegurar que tampoco lo hará en el futuro. Porque el trabajo de los gestores activos se centra en búsqueda de rentabilidad, y para conseguirla analizan los resultados de las empresas, las expectativas de mercado, los sectores productivos, las tendencias… En estos tiempos el que arriesga con cabeza tiene más opciones de ganar.
La mal llamada gestión pasiva, en cambio, no gestiona. Solo espera. Se engancha a un índice y confía en que evolucione positivamente, y no arriesga. Y sin riesgo, lo repito una vez más, no hay rentabilidad.
¿Hay que diversificar? Está muy claro. Hay que crear carteras que repartan el riesgo en función de tu perfil. Un buen asesoramiento hace el resto. Cuando unos activos funcionan mejor que otros los asesores proponen dirigir hacia estos el peso de la inversión. Si por el contrario, no funcionan, traspasan la inversión hacia los que mejor lo hacen. Y así una y otra vez hasta obtener resultados.
Yo lo tengo claro: ser positivos, olvidarnos del corto plazo y optar por la gestión activa. Las estrategias de inversión se desarrollan para ganar, nunca para empatar o perder.