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El mercado de divisas lleva un tiempo buscando una dirección y trata de determinar cómo se enfrentarán los bancos centrales al creciente temor a la estanflación, en la medida en que muchos analistas comienzan a poner en duda que el aumento de la inflación sea sólo temporal y se vaya a corregir a medio plazo, como afirman las autoridades monetarias.

En tanto que las presiones inflacionistas en un entorno de bajo crecimiento persistan, el aumento de los precios al consumo en unas economías que están en fase de recuperación podría provocar una pérdida de poder adquisitivo, lo que se traduciría en un menor gasto y una mayor ralentización del crecimiento.

El riesgo de entrar en una situación de estanflación tiene mucho que ver con los cambios económicos que la crisis del coronavirus ha provocado en todo el mundo. Si bien el lado de la demanda de la economía se ha mantenido razonablemente bien debido a los programas de estímulo monetario y fiscal, la crisis sanitaria ha causado grandes problemas en la vertiente de la oferta. Los hitos de estos últimos meses son bien conocidos: aumento de los precios de la energía, subida del precio de los contenedores marítimos, falta de chips y desempleo. En definitiva, estamos ante cuellos de botella en las cadenas de suministro internacionales que limitan el crecimiento económico y, al mismo tiempo, impulsan la inflación, creando un gran dilema para los bancos centrales.

Si las riendas monetarias se ajustan demasiado pronto, esto puede conducir rápidamente a una crisis económica en un entorno de crecimiento demasiado bajo, pero si el ajuste monetario se retrasa demasiado tiempo, existe una buena posibilidad de que la inflación aumente más rápido, lo que también podría conducir a una recesión.

Además, será crucial el desarrollo de la pandemia de coronavirus en los próximos meses, un factor que resulta extremadamente incierto. Los programas de vacunación ya se han implementado muy bien en los países desarrollados, pero las regiones emergentes aún enfrentan problemas de disponibilidad y distribución. A ello se suma que el otoño y el invierno están a la vuelta de la esquina y ahora hay una variante delta plus aún más contagiosa que ya está advirtiendo sobre posibles nuevas medidas de confinamiento.

Por tanto, el mayor desafío al que se enfrentan los bancos centrales es encontrar el equilibrio entre estimular la economía y combatir la inflación en circunstancias tan inciertas. Las expectativas de tasas de interés son uno de los principales factores a los que reaccionan los tipos de cambio, pero en la actual coyuntura no existe una certeza acerca de cómo obrarán al respecto las autoridades monetarias, lo que deja margen para que las previsiones de tipo de cambio varíen ampliamente.

Adicionalmente, a este escenario se suman otros factores inciertos, como la gran volatilidad en los mercados bursátiles, con fluctuaciones diarias de precios de 1.000 puntos en el índice Dow Jones, con reacciones ante eventos como la situación del inmobiliario chino Evergrande, o la cualidad del dólar estadounidense como refugio seguro, que favorece movimientos como la compra de mercados bursátiles a la baja y la venta en momentos de repunte. Todo ello hace que sea aún más difícil hacer predicciones de precios.

Sopesando todos los pros y los contras, y según nuestro análisis, el dólar mantiene un precio razonable en este momento, pero la moneda estadounidense aún podría fortalecerse ligeramente hacia el final del año. Los datos de inflación de los últimos meses son favorables para la divisa americana. Además, es evidente que el banco central de los Estados Unidos eliminará gradualmente los programas de compra de bonos antes que el Banco Central Europeo, y lo hará probablemente antes de lo esperado.

Por eso, existe una posibilidad razonable de que las tasas de interés en los Estados Unidos aumenten más rápido que en Europa. El rendimiento de los bonos del Tesoro de Estados Unidos a 10 años, que es de alrededor de 1.65 por ciento, podría subir hasta el 2.25 por ciento el próximo año. Y el rendimiento de los bonos del gobierno alemán a 10 años (ahora alrededor de -0.1 por ciento) podría escalar al 0.25 por ciento, dejando una ventaja de tasa de interés más positiva para el dólar.

En suma, en las actuales circunstancias es muy difícil ajustar más las previsiones. Los bancos centrales están tratando de dirigir el mercado principalmente con palabras y no con hechos, y esa postura nos obliga a esperar y ver cuándo comenzará realmente una nueva fase de ajuste monetario (en lugar de flexibilización) y de subidas de tipos.

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