El negocio de las Ofertas Públicas de Valores (OPV) encadena más de un año y medio negativo y desde el punto de vista de los beneficios, esto es un problema para el negocio de capital privado de los bancos, pero por supuesto también para las propias bolsas, que pierden importancia cuando disminuyen tanto el número como el volumen de debuts bursátiles.
En particular, las pequeñas y medianas empresas orientadas al crecimiento son cada vez más reacias a captar capital mediante una OPV. Hay varias razones para ello, una de las cuales es que las exigencias de preparación de este salto a los parqués siguen siendo relativamente caras de preparar para estas empresas. Además, la demanda de estos valores por parte de los inversores ha disminuido considerablemente. Muchos lo asocian a los años más bien salvajes del cambio de milenio, cuando el estallido de la burbuja de Internet ahuyentó a muchos inversores.
Aunque esta afirmación no deja de ser cierta, es solo una parte de la explicación. Internet permitió a muchas personas iniciarse como inversores de forma activa, ya que la fijación de precios, la actividad del mercado y la realización de órdenes dejaron de ser un tedioso proceso de consulta de la sección de cotizaciones de los periódicos y de visita a una sucursal bancaria. Para empezar, bastaba con abrir una cuenta de negociación con un bróker o un banco online.
Una vez pasado el boom, muchos de estos inversores pioneros abandonaron los mercados bursátiles para siempre, aunque muchos de ellos también han regresado. Otros tantos, por su parte, consideran que es mucho más eficiente y menos arriesgado invertir sólo en fondos, y predominantemente en los gestionados pasivamente, porque los avances tecnológicos en términos de uso de datos y eficiencia de ejecución también han sido significativos para quienes crean fondos cotizados (ETFs) y vehículos similares. Otro avance tecnológico a favor de los valores de gran tamaño y gran liquidez se refiere a la negociación algorítmica y de alta frecuencia. Como consecuencia de esta evolución, la demanda de negociación de acciones de pequeñas y medianas empresas ha disminuido considerablemente.
El principal servicio de las bolsas era, y sigue siendo, la provisión de operaciones comerciales. Así pues, las comisiones por transacciones cobradas a sus clientes han sido durante mucho tiempo una de las mayores fuentes de ingresos de los parqués. También se cobran comisiones por admitir a cotización un valor o una empresa. Con la creciente importancia de las bolsas y el tamaño de los mercados, los datos de mercado y el negocio de índices también han cobrado cada vez más importancia. En principio, esto no ha cambiado desde los tiempos de la negociación en parqué hasta la actualidad. El cambio hacia operadores de mercado privados y puramente lucrativos, cuyas acciones pueden negociarse por sí mismas, no comenzó hasta mediados de los años noventa. Desde entonces se han producido numerosas inversiones, absorciones y escisiones, con una especialización cada vez mayor de los productos y servicios que antes se reunían bajo el paraguas de una bolsa por país o región. Otro cambio capital lo constituyen la naturaleza técnica de las infraestructuras, los flujos y la diversidad de datos, así como una situación competitiva completamente distinta a la anterior a la Directiva de Mercados Financieros (MIFID).
La fragmentación del mercado provocada por la MiFID I condujo a una mayor complejidad del entorno de negociación y no redujo precisamente los déficits de las autoridades supervisoras en la recopilación de datos sobre el mercado y la negociación. Me refiero más bien a la relación entre la negociación en bolsa y la negociación extrabursátil: aunque la regulación europea de los mercados financieros desearía que mucho más volumen de negociación se ejecutara en los centros de negociación, hasta ahora no lo ha conseguido de forma duradera.
La mencionada tendencia hacia el crecimiento inorgánico se observa desde hace tiempo entre los principales operadores del mercado, en el que las grandes fusiones y adquisiciones son cada vez más difíciles. Además, estas empresas siguen disponiendo de importantes fuentes de ingresos. También hay que mencionar que no debe asumirse que la regulación crea una carga: en el curso de su aplicación surgen nuevas oportunidades. Los registros de operaciones para los informes previstos en las normativas European Market Infrastructure Regulation (EMIR) y Securities Financing Transactions Regulation (SFTR), los servicios relacionados con la notificación de operaciones o los servicios de publicación son ejemplos en los que han surgido nuevos nichos para las principales bolsas. Para los centros de negociación más pequeños, la especialización tendrá que ser la estrategia.