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El ahorro de los españoles ha alcanzado máximos históricos en el segundo trimestre, según datos del Instituto Nacional de Estadística (el 22,5% de la renta), que mide este indicador desde el año 1999. El motivo principal es la inestabilidad que provoca la crisis sanitaria y económica que atravesamos lo que deriva, evidentemente, en la reducción del gasto por el confinamiento (-23,9%). Este fenómeno no es exclusivo de España, también otros países europeos han registrado un aumento del ahorro.

Sin embargo, no es la única causa. El miedo que tienen las familias españolas al futuro cercano tiene también mucho que ver con los mensajes que nuestros políticos están dando a los ciudadanos. En los últimos meses hemos visto cómo se ha cuestionado la reforma laboral, el sistema de pensiones, la fiscalidad de los fondos de pensiones y de los fondos de inversión, el ahorro de las familias, el modelo productivo…y también avisos de próximas subidas de impuestos.

Si alguien piensa que todo esto es casualidad, está equivocado. Que el Gobierno aproveche para lanzar globos sonda sobre el sistema que se basa nuestra economía, que mal que bien hasta aquí nos ha traído, solo se debe a sus dificultades para aprobar unos presupuestos del que sus socios anticapitalistas quieren sacar réditos políticos.

Cambiar ahora el modelo que tenemos por el de subvenciones que pretenden implantar es el error más grave que puede cometer un gobernante en el siglo XXI. Con Europa mirándonos con lupa, cuestionar todo es suicida. Sin un plan de desarrollo económico real, alejado de aspiraciones políticas trasnochadas, Europa no va a darnos ayudas. Necesitamos revitalizar la economía con iniciativas a favor de las Pymes, de los autónomos, de los comercios… e incentivar el consumo.

El miedo es libre, pero los españoles son sabios y están guardando su dinero por lo que pueda pasar. Una pena, porque nadie en este Gobierno quiere estimular la inversión, que puede ser un complemento necesario para muchas familias. Mientras, el dinero merma en los depósitos bancarios. Un despropósito, con consecuencias que puede ser de dimensiones bíblicas si, además, siguen cerrando territorios atendiendo a criterios sospechosos que no se aplican en otros por intereses partidistas. La política es la que más daño puede hacer a nuestra ya maltrecha economía.

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