MADRID, 25 (EUROPA PRESS)
Una nueva investigación dirigida por la Universidad de East Anglia (UEA), en Reino Unido, publicada en 'Nature Climate Change', sugiere que la migración masculina y las malas condiciones de trabajo para las mujeres se combinan con el fracaso institucional o la pobreza para obstaculizar la capacidad de las mujeres para adaptarse a la variabilidad y el cambio climático en Asia y África.
Existe una creciente preocupación por la adaptación sostenible y equitativa en los puntos críticos del cambio climático, lugares donde los cambios climáticos, las estructuras sociales y la sensibilidad de los medios de vida convergen para exacerbar la vulnerabilidad.
Examinar el género dentro de estos debates destaca cómo las circunstancias demográficas, socioeconómicas y agroecológicas se combinan de manera compleja para impactar las experiencias y los resultados del cambio climático en contextos específicos.
Las estructuras sociales consolidadas crean relaciones de poder que dan forma a las experiencias de vulnerabilidad de hombres y mujeres a través de su acceso a recursos, divisiones de trabajo y normas culturales en torno a la movilidad y la toma de decisiones, todo lo cual determina su capacidad de adaptación.
Basándose en datos de 25 estudios de caso en puntos de acceso en Asia (India, Nepal, Pakistán, Bangladesh, Tayikistán) y África (Kenia, Ghana, Namibia, Malí, Etiopía, Senegal), el estudio muestra cómo la intervención de mujeres o su capacidad de tomar decisiones significativas y estratégicas contribuye a las respuestas de adaptación.
En el estudio participaron investigadores del Reino Unido, Nepal, India, Pakistán y Sudáfrica. En sus conclusiones argumentan que el estrés ambiental debilita la participación de las mujeres, incluso cuando las estructuras del hogar y las normas sociales son de apoyo o existen los derechos legales.
Esto lleva a estrategias domésticas que imponen mayores responsabilidades y cargas a las mujeres, especialmente a aquellas que son jóvenes, menos educadas y que pertenecen a clases más bajas, o castas y etnias marginales.
Si bien la migración masculina por trabajo contribuye a aumentar los ingresos, el grado de dicho apoyo es incierto e irregular. Enfrentadas con problemas de supervivencia cotidiana, en ausencia de infraestructura y servicios de apoyo las mujeres a menudo trabajan más duro, en condiciones más pobres y por salarios más bajos, en los puntos críticos estudiados, con resultados negativos de bienestar, particularmente en el descuido de su salud y nutrición.
La autora principal, la profesora Nitya Rao, de la Escuela de Desarrollo Internacional de la UEA, explica que, "en cierto sentido, las mujeres tienen voz e intervienen, ya que participan activamente tanto en la producción como en la reproducción, pero esto no contribuye a fortalecer las capacidades de adaptación a largo plazo o su propio bienestar".
"Nuestro análisis sugiere que algunas condiciones comunes, como la migración masculina y las malas condiciones de trabajo de las mujeres, se combinan con el fracaso institucional o la pobreza, para restringir la capacidad de las mujeres para tomar decisiones y decisiones --añade--. Sin embargo, estas barreras, si se abordan de manera creativa, podrían potencialmente fortalecer la adaptación capacidades, y permitir una adaptación más efectiva".
Los hallazgos tienen implicaciones para la implementación efectiva de los acuerdos multilaterales, como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, a través de su Plan de Acción de Género, y los compromisos de adaptación con perspectiva de género como se describe en el Acuerdo de París, junto con el Marco de Sendai para el Riesgo de Desastres Reducción y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Estos acuerdos requieren conocimientos sobre lo que construye la capacidad de adaptación de mujeres y hombres en contextos específicos para apoyar una adaptación sostenible, equitativa y efectiva.
Los autores sugieren que, en primer lugar, la protección social efectiva, como el sistema universal de distribución pública de cereales en la India, o las pensiones y las subvenciones sociales en Namibia, puede contribuir a aliviar las presiones inmediatas sobre la supervivencia, creando cierto margen de maniobra.
En segundo lugar, en lugar de crear competencia entre las personas y los hogares, tales beneficios universales pueden apoyar procesos que fortalezcan la acción colectiva a nivel comunitario. Sin embargo, esto no siempre se puede hacer de forma "barata", ya que se necesitan inversiones para permitir una gestión mejor y más sostenible de los recursos.
Los grupos de autoayuda de mujeres a menudo se presentan como soluciones, sin embargo, se enfrentan a la falta de recursos, habilidades y capacidad para ayudar a sus miembros a enfrentar efectivamente los desafíos que enfrentan.
Si bien no se analiza en profundidad en este documento, los autores dicen que los mercados competitivos no están trabajando para fortalecer la participación de las mujeres, sino que terminan subestimando y apropiándose del trabajo de las mujeres pobres, pero igualmente de los hombres en el caso de la migración.
"Parece haber un caso claro para regular los mercados laborales para garantizar un trabajo decente, ya sea para las mujeres o los hombres migrantes, pero esto está resultando difícil en un contexto globalizado", señala la profesora Rao.
La investigación utiliza estudios de caso de tres regiones distintas: 14 en regiones semiáridas, seis en montañas y cuencas fluviales alimentadas por glaciares y cinco en deltas. Los medios de vida predominantes son la agricultura, el pastoreo de ganado y la pesca, complementados por trabajo asalariado, pequeños negocios o negocios, e ingresos por remesas.
Estas áreas enfrentan una variedad de riesgos ambientales que incluyen sequías, inundaciones, variabilidad de las precipitaciones, erosión de la tierra y deslizamientos de tierra, olas de calor, erosión costera y ciclones.