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Estudio 'De la medición del impacto al aprendizaje para el impacto: los itinerarios de aprendizaje de las fundaciones europeas' de ESADE y BBKESADE

MADRID, 13 (EUROPA PRESS)

La filantropía y el sector de las fundaciones está al alza a escala global y tendrá un papel clave para resolver los grandes retos sociales y medioambientales, ya que puede invertir en aquellos sectores en los que la Administración Pública ha reducido su intervención, según se desprende de un estudio de Esade y BBK.

El informe, titulado 'De la medición del impacto al aprendizaje para el impacto: los itinerarios de aprendizaje de las fundaciones europeas', elaborado por Esade Entrepreneurship Institute (EEI), con el apoyo de BBK y la colaboración de la Asociación Española de Fundaciones (AEF), revisa la medición y gestión del impacto a partir del estudio de cuatro fundaciones europeas de referencia (Reach For Change, Calouste Gulbenkian, Impetus y Esmée Fairbairn) y pone de manifiesto la importancia de conocer cuál es el impacto que generan este tipo de organizaciones para aprender a maximizarlo.

Los autores concluyen que, a la luz de la crisis actual, la filantropía europea ha sido "ágil" en su respuesta: se han establecido numerosos fondos de emergencia, se ha incrementado la colaboración dentro del sector filantrópico y más de 180 financiadores europeos han firmado una carta conjunta que describe cómo responderán a la COVID-19, entre otras acciones.

La directora de Esade Entrepreneurship Institute (EEI) Lisa Hehenberger apunta que "ésta es una gran sacudida que tiene enormes implicaciones para todo el sector. Existen cambios radicales y sin precedentes dentro de la filantropía, particularmente en términos de recursos y enfoque. Lo más obvio podría ser el cambio de la cultura a la atención médica. Muchas fundaciones están comenzando a financiar nuevas áreas y a reevaluar todos sus programas ante la pandemia".

Para la directora de Obra Social de BBK, Nora Sarasola, "nos encontramos ante una sociedad crecientemente comprometida y exigente, que aboga por un consumo responsable y demanda conocer cómo afectan las actividades de una entidad en el entorno en el que opera, y esto hace necesario evaluar y poner en valor su aportación a la sociedad".

"En este contexto, la importancia de la medición del impacto va más allá de entender, medir y comunicar el valor social de las organizaciones. Constituye, además, un elemento clave para la gestión responsable de empresas y organizaciones, que buscamos maximizar nuestro impacto y conocer el efecto transformador que generamos en nuestro entorno", añade.

El estudio subraya la importancia del sector de las fundaciones a nivel económico ya que, solo a escala europea se gastaron casi 60.000 millones de euros en 2015; y en el caso de las fundaciones americanas, fueron 75.860 millones de dólares en 2018.

Además, indica que existen más de 147.000 fundaciones donantes en los 24 países europeos representados en las redes de asociaciones de fundaciones y donantes de Europa (Donors and Foundations Networks of Europe, DAFNE).

Si bien el gasto en cuestiones filantrópicas representa un porcentaje menor del gasto global en asuntos sociales y medioambientales, los autores concluyen que el sector de las fundaciones juega un papel catalizador al poder ayudar a ampliar las innovaciones que el sector público no ha sido capaz de integrar y destinar recursos en ámbitos donde se han producido recortes en el gasto o descenso de la actividad.

Por ello, el informe apunta a la necesidad de ayudar al sector europeo de las fundaciones a conocer mejor en qué consiste la gestión del impacto y a tener en cuenta la importancia de los aspectos más intangibles y gestionarlos adecuadamente (como la cultura, los procesos y las capacidades). En este sentido, estima que el rol de AEF será clave pata trasladar las recomendaciones del estudio a las fundaciones españolas.

El informe añade que, a medida que las fundaciones están más dispuestas a actuar sobre grandes ámbitos como el desempleo juvenil o la integración de los refugiados, el impacto que pueden lograr va más allá del resultado específico de sus proyectos o ayudas individuales.

Según se desprende del estudio, con la contracción del gasto público en partidas importantes, y ante la necesidad de redoblar la apuesta por alcanzar los fines medioambientales y sociales (como son los objetivos de desarrollo sostenible), la gestión del impacto pasa a ser mucho más importante, considerando el papel impulsor que pueden jugar las fundaciones benéficas, que es diferente del de los demás actores públicos y privados.

Asimismo, hace alusión a las tendencias de la filantropía catalítica y estratégica: la primera se describe como un enfoque que adoptan los donantes para promover un cambio transformador, más allá de la firma de un cheque mientras la estratégica ha priorizado el compromiso de las fundaciones a favor de unos objetivos claros, unas estrategias impulsadas por los datos, una mayor rendición de cuentas y rigor en sus evaluaciones.

Estas tendencias filantrópicas han acentuado la necesidad de tomar decisiones basadas en datos y de que el aprendizaje estratégico esté en primera línea de la reflexión y de los métodos de gestión del impacto.

HOJA DE RUTA

La investigación también desarrolla una hoja de ruta para ayudar a las fundaciones a explorar todas aquellas cuestiones sobre las cuales deberían reflexionar a la hora de abordar la gestión del impacto que aboga por diseñar un enfoque de gestión del impacto, dotarse de recursos y organizarse para poder gestionar el impacto, inculcar la gestión del impacto a través de la cultura, crear capacidad interna y externa para gestionar el impacto y colaborar, compartir conocimientos y ser trasparentes.

La investigación se ha presentado en una sesión digital que ha contado con la presencia del director general de Esade, Koldo Echebarria; la directora de Esade Entrepreneurship Institute (EEI), Lisa Hehenberger; la directora de Obra Social de BKK, Nora Sarasola; el director general de la Asociación Española de Fundaciones Silverio Agea; y la autora del estudio e investigadora del EEI, Leonora Buckland.

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