MADRID, 23 (EUROPA PRESS)

Cuando Mayra y Aníbal, un matrimonio de agrónomos de Costa Rica, comenzaron a estudiar las especies nativas de su localidad, Upala (norte), no se hablaba de cambio climático. Treinta años después, el conocimiento que han acumulado es una pieza clave para reforestar toda la región.

El cedro, el camíbar o el espavel son solo algunas de las 30 especies de árboles autóctonos que la pareja comenzó a replantar hace décadas. "Todos esos árboles que están ahí son hijos de doña Mayra, los sembró en 1992, tienen 28 años", cuenta Aníbal al Programa de Desarrollo de Naciones Unidas (PNUD), que colabora en este proyecto de agroecología.

El resultado es un espacio boscoso que se extiende alrededor del Colegio Técnico Profesional (CTP) de Upala. Donde antes se arrancaban árboles para construir establos, ahora hay un corredor biológico.

Llegar hasta este punto no ha sido fácil. Cuando se embarcaron en esta aventura apenas había documentación sobre las especies nativas, por lo que Mayra, en palabras de Aníbal, ha ejercido de "ardilla". "Toda semilla que ve la recoge, es una recolectora", ilustra él.

Una vez identificada la flora local, tuvieron que hacer un esfuerzo empírico. Saber cosas tan sencillas como cuál es la mejor forma de plantar una semilla para que brote ha implicado días, meses y hasta años de estudio. "Hemos hecho investigación informal: prueba y error", destaca Aníbal.

Todo ello, dice Mayra, con el objetivo de "rescatar la especie nativa, como alternativa para reforestar, mejorar el paisaje de Upala, generar ingresos y proteger el recurso hídrico ante el cambio climático".

Aunque en Upala no todo el mundo es consciente del cambio climático, sí notan sus efectos, asegura Mayra. "Todos los ríos han bajado su caudal" pero cuando se registran "lluvias intensas" resulta que "hay demasiada agua". El tiempo es tan imprevisible que "los productores de arroz y frijoles tienen muchas pérdidas".

Los efectos del calentamiento global se manifestaron con toda dureza en 2016. El huracán 'Otto' barrió Costa Rica dejando más de 11.000 damnificados, la mayoría en Upala. "Las montañas empezaron a talarse en más de un 50 por ciento y cuando llegó el huracán la esponja de los bosques, que absorbía las aguas, ya no estaba y la devastación fue peor", señala Aníbal.

El matrimonio colabora ahora con un proyecto para fortalecer las capacidades de las Asociaciones de Acueductos Rurales (ASADAS) de modo que puedan hacer frente al cambio climático en las comunidades con "estrés hídrico", liderado por el Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA) y el PNUD, con el apoyo financiero del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF).

"Llegamos donde Mayra buscando implementar medidas de adaptación basadas en ecosistemas que permitan que las ASADAS tengan más solidez ante los cambios climáticos", apunta Jairo Serna, del PNUD.

El experto de la ONU explica que "saber qué sembrar, dónde y cómo cuidarlo es clave para la infraestructura verde y resiliente al clima, sin la cual no habrá agua". "Poco ganamos con tener tanques e infraestructura gris si a medio plazo no tendremos agua con qué llenarlos", subraya.

"UNA MAESTRA DE CLASE MUNDIAL"

La escuela de oficios en la que trabajan Mayra y Aníbal se ha convertido en "un proveedor de especies nativas que antes no existía" y en una fuente de conocimiento sobre las mismas para garantizar su futuro.

"No solo te venden un árbol, te venden su cuidado previo y nos dan aportes adicionales: Cada árbol que sembramos lleva una estaca, abono, cuidado y acompañamiento durante dos años", resalta Serna.

Otro extra es la labor educativa que están haciendo. Esta pareja de profesores de agroecología ha enseñado a cientos de alumnos de distintas generaciones a sembrar y cuidar las especies nativas de una forma profesional. Y lo que es quizá más importante, apostilla el PNUD, "a amar y proteger la naturaleza".

Karen, una alumna que está a punto de graduarse como técnico medio en agroecología, define a Mayra como "una profesora excelente". "Nos corrige porque nos prepara para el futuro", afirma.

Serna habla directamente de "una maestra de clase mundial" porque Mayra "ha dedicado su trabajo, su energía y su amor al cuidado de los árboles y a enseñar a niños y jóvenes" de Upala.

"Las semillas no se han plantado solo en el suelo, sino en la conciencia de los chicos que han pasado por sus aulas y, seguro, de muchas más personas de la comunidad", valora el PNUD.

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