Niños, padres y profesores. Estos tres colectivos son las grandes víctimas del caos y el descontrol que ha generado el coronavirus en educación y que va a más por la falta de una gestión clara y, sobre todo, ordenada, por parte del Gobierno. Aunque las circunstancias obligan en muchos casos a la improvisación, lo cierto es que, a día de hoy, no se sabe qué va a pasar con la educación de los hijos, ni cuándo ni cómo van a volver al colegio, mientras los padres están al límite de sus fuerzas.
Hay mucho miedo ante lo que pueda ocurrir cuando los niños vuelvan a las aulas, y da la impresión de que precisamente este miedo está frenando la toma de decisiones firmes y concretas que permitan organizar todo este desorden. Sin embargo, hacen falta esas decisiones porque se antoja imposible continuar a este ritmo mucho tiempo más.
"Los niños han sido los grandes damnificados del estado de alarma y los más afectados por la improvisación del Gobierno y las consejerías. No se han tenido en cuenta sus necesidades educativas, emocionales o afectivas durante el confinamiento", lamenta una madre de dos niños, uno en educación infantil y otro en primaria.
Hay un gran temor ante lo que pueda ocurrir cuando los niños vuelvan a las aulas, y eso está frenando la toma de decisiones firmes
Tampoco hay que subestimar lo que están padeciendo los padres, que tienen que simultanear el trabajo con el cuidado de los hijos, sin olvidar el papel que ahora desempeñan como docentes, algo complicadísimo, por no decir imposible. "El nivel de estrés en el día a día alcanza cotas exorbitantes", señala otro progenitor. "No creo que de verdad sean conscientes de lo que supone para las familias trabajar y además hacer de maestros. Esto es un caos", se queja un tercero.
En medio de todo esto están los profesores, que se mueven a ciegas y hacen lo que pueden, con los recursos que tienen, para seguir enseñando."Durante todo el estado de alarma hemos recibido las informaciones del ministerio o de la consejería de educación antes por la prensa que a través de comunicados oficiales, lo que nos lleva a un total desconcierto", reconoce un miembro del equipo directivo de un centro público de educación primaria. "La concreción en materia de fechas que recibimos de las autoridades públicas es muy escasa, por no decir nula", añade el director de un colegio concertado.
DESORDEN DESDE EL MINUTO UNO
El sinsentido organizativo se hizo evidente desde el arranque de la situación, cuando Madrid anunció, el pasado 9 de marzo, que cerraba colegios, institutos y universidades por el coronavirus. Entonces ya se ofreció un espectáculo poco edificante, con el solapamiento de las ruedas de prensa del ministro de Sanidad, Salvador Illa, y del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Enrique Ruiz Escudero, que como mínimo demostró que cada uno iba por su lado, y que transmitió una imagen nada tranquilizadora a los ciudadanos.
Después de esto llegó el goteo de anuncios de cierres de colegios por parte del resto de Comunidades Autónomas. Asistir a esa sucesión de avisos 'sin orden ni concierto' también fue un reflejo de falta de coordinación y de la incapacidad de los políticos de este país para ponerse de acuerdo, incluso en circunstancias tan complicadas como las actuales.
LA DIFICULTAD DE ENCONTRAR UNA SOLUCIÓN
Hace falta una solución a esta situación actual insostenible, una solución que reclaman al Gobierno, por activa y por pasiva, un sinfín de asociaciones de padres de alumnos y de familias, sin olvidar los sindicatos de profesores y los propios ciudadanos. Sin embargo, es innegable que la toma de decisiones aquí es complicada porque realmente no se sabe hasta qué punto la vuelta de los niños al colegio puede dar al traste con el proceso de declive de la pandemia. Mientras tanto, el tiempo pasa y la paciencia y energía de unos y otros se van agotando.
El Ejecutivo ha hecho dos anuncios en los últimos tiempos que han sido duramente criticados. Por un lado, comunicó que el curso quedaba suspendido hasta septiembre, lo cual hizo poner 'el grito en el cielo' a muchos familias que aún esperaban que los niños volvieran al colegio al terminar el confinamiento. El Gobierno explicó que sólo volverán a clase, a partir de finales de mayo, los niños menores de seis años en caso de que ambos padres tengan que trabajar presencialmente fuera de casa y, de forma voluntaria, los alumnos de cursos terminales (4º de ESO, 2º de Bachillerato, 2º de FP de grado Medio y Superior y último año de Enseñanzas de régimen especial). Las familias se preguntan, entre otras cosas, qué van a hacer con los niños de entre 7 y 12 ó 14 años, que no pueden quedase solos en casa. También están los que creen que, por mucho que ambos progenitores estén teletrabajando y que, en teoría, puedan cuidar a los hijos, en muchos casos resulta sumamente difícil, por lo que piden que la vuelta de los menores de 6 años no incluya ese requisito de que los dos deban trabajar fuera.
El tiempo pasa y la paciencia y energía de unos y otros se van agotando
Sin embargo, en algún sitio hay que fijar el corte. La ministra de Educación, Isabel Celaá, ha sido la encarga de hacer el segundo de estos dos últimos anuncios que tan mal se han recibido. Se le critica que, de forma informal, en una entrevista con un medio y sin consultar con nadie, declarara que en el mes de septiembre, cuando se reanude el curso escolar presencial, solo la mitad de los alumnos volverá a clase si no hay una vacuna contra el coronavirus. Los padres se preguntan, ante esta posibilidad, qué pasará con sus hijos, si deberán seguir en casa en septiembre, si acudirán al colegio en días alternos...
Es evidente que el Gobierno tiene miedo a un posible rebrote del virus en otoño, un rebrote que muchos esperan prácticamente en todo el mundo, pero igualmente es evidente que, dadas las circunstancias, no se pueden lanzar medidas de 'tanteo'. Hay que estudiar, consensuar, aprobar y finalmente comunicar oficialmente maneras de proceder. Éstas, muy probablemente, no gustarán a todos porque conllevarán sacrificios, pero debe hacerse ya.
Para tratar de encarrilar la situación, y antes de que las Comunidades Autónomas recuperen las competencias en educación una vez finalice el estado de alarma -24 de mayo-, la ministra ha anunciado que se reunirá con ellas el 14 de mayo para intentar llegar a un acuerdo para el próximo curso. Cabe recordar que comunidades como Euskadi y las gobernadas por el PP y Ciudadanos (Andalucía, Castilla y León, Madrid y Murcia) se descolgaron de los acuerdos de la última Conferencia Sectorial de Educación, celebrada el pasado 15 de abril, relacionados con aspectos del cierre del curso. Y también cabe destacar que Madrid ha manifestado que aboga por que todos los alumnos vuelven a las aulas dos semanas antes de que acabe este curso.
EL DEBATE INTERNO DE LOS PADRES
Mientras tanto, los padres se debaten entre su deseo de volver a la normalidad en cuanto a la escolarización de los hijos, para poder así retomar igualmente la normalidad laboral, preservar sus trabajos y reducir el nivel de estrés, y el miedo a mandar a los niños ya al colegio, cuando aún se desconoce hasta qué punto está controlada la pandemia.
Los padres se debaten entre su deseo de volver a la normalidad y el miedo a mandar a los niños al colegio
Para algunos, es imprescindible volver a la normalidad laboral, más aún en un momento en el que muchos puestos de trabajo peligran. El politólogo Jordi Pacheco Canals, decano del Col·legi de Politòlegs i Sociòlegs de Catalunya, apunta en este sentido que "la nueva normalidad de la que habla el Gobierno no será tal hasta que los niños se reincorporen a las clases y los padres queden liberados para volver a sus puestos de trabajo. Se trata de iniciar lo antes posible al círculo virtuoso de la recuperación económica en un momento en que la emergencia sanitaria ha dejado de ser la principal preocupación de la opinión pública para serlo la vuelta a la vida tal como era antes del virus y la recuperación tras la crisis".
Sin embargo, otros padres, pese a estar desbordados por la situación y cansados por la incertidumbre, consideran que mandar a los niños ahora a clase es un riesgo. "Adónde van los niños después de demostrarse que son el principal vector de contagio y que también se pueden ver gravemente afectados por el virus. Yo ahora no estoy nada tranquilo mandándoles al colegio. Con lo cual, prefiero que se queden en casa hasta que haya más información, curas y tratamientos, por el bien de ellos, el nuestro y el de todo el mundo", afirma un padre de un niño de cinco años.
Difícil situación para todos, con una solución aún más difícil. Gobierno y Comunidades Autónomas deben demostrar que son capaces de estar a la altura.