A primera hora del miércoles, un histórico “fat finger error” (un trader pulso la tecla incorrecta de su ordenador para negociar) causó órdenes bursátiles superiores al tamaño de la economía entera de Suecia, al hacer transacciones por valor de 622.000 millones de dólares.
La firma cuyo operador cometió este fallo no sufrirá pérdidas, ya que logró corregir la orden. Sin embargo, otros traders distraídos o agotados por el frenético trabajo que supone operar en bolsa no tuvieron tanta suerte... Y es que los denominados “fat finger error” no son tan poco comunes en el basto y ajetreado mundo de los mercados financieros globales.
El más cercano en el tiempo, y de mucha menor cuantía, tuvo lugar en la bolsa de Londres el pasado 12 de septiembre, cuando un movimiento añadió 4.300 millones de libras al valor de mercado de BP, que experimentó un repunte repentino del 4,8%.
En enero, también en la City, se cree que un operador perdió hasta 400.000 libras en 30 segundos por la compra accidental de acciones de HSBC. La operación llevo a la entidad a subir más de un 10% y a ser suspendida.
En 2009, el banco suizo UBS “ordenó” tres trillones de yenes japoneses en bonos del gigante de los videojuegos Capcom, cuando sólo tenía intención de comprar 30 millones.
Cuatro años antes, en 2005, un trader nipón trató de vender una acción de una empresa de contratación laboral denominada J:COM, al precio de 610.000 yenes. Sin embargo, se deshizo accidentalmente de 610.000 títulos al precio de un yen cada uno, a pesar de que esta cifra era 41 veces el número de acciones disponibles de dicha compañía.
En ese momento, la bolsa de Tokio procesó la orden y el resultado fue que Mizuho Securities, firma para la que trabajaba el citado operador, perdiera 27.000 millones de yenes. El jefe de la bolsa dimitió poco después.
Ya en 2012, el creador de mercado Knight Capital casi fue a la quiebra después de perder más de 450 millones de dólares cuando sus ordenadores llevaron a cabo ordenes erróneas que no pudieron deshacerse. La empresa fue vendida más tarde.
Es más, cuando se produjo la mayor caída de la renta variable en la historia, el “flash crash” de 2010 en Nueva York, en principio se culpo a una orden de venta errónea de acciones de Procter & Gamble. La investigación sobre el colapso concluyó que una operación grande, pero hecha de manera intencionada, desató una espiral de ventas en un mercado que ya era frágil.