El blanqueo y lavado de dinero ilegal, procedente de actividades como la corrupción, la evasión de impuestos, el robo y el tráfico de drogas y de personas, equivale cada año a entre el 2% y el 5% del PIB mundial. Una cantidad equivalente a entre 1,6 y 4 billones de dólares, según ha estimado recientemente Naciones Unidas.
"Muchos de estos delitos son una amenaza directa para la estabilidad económica", afirma Rhoda Weeks-Brown, directora del Departamento Jurídico del FMI. Según esta experta, el lavado de dinero "puede crear burbujas de precios de los activos en mercados como el inmobiliario, que suele usarse como instrumento".
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En este sentido, el mercado inmobiliario se ha convertido en "la versión moderna de las lavanderías" que utilizaban mafiosos como Al Capone hace unas décadas. Según las autoridades estadounidenses, más del 30% de las compras en efectivo de inmuebles de alto valor en Nueva York y otras ciudades importantes las realizaron personas sospechosas de estar involucradas en negocios cuestionables.
"Los gobiernos de Australia, Austria, Canadá y otros países han determinado que sus mercados inmobiliarios también podrían ser blanco de inversiones para lavar dinero sucio", explica Rhoda Weeks-Brown. Uno de los últimos casos más sonados ha sido el escándalo que ha afectado a Danske Bank, el mayor banco de Dinamarca.
TECNOLOGÍA FINANCIERA
Otro de los asuntos que preocupan a los reguladores es la rápida evolución de la tecnología financiera. Las transferencias de dinero móvil, los registros distribuidos y las monedas virtuales tienen usos legítimos y productivos, pero también pueden emplearse para ocultar o facilitar delitos.
"Los pagos a consumidores casi sin costo y los pagos de recompensas casi imposibles de rastrear son dos caras de la misma moneda (electrónica)", explica Weeks-Brown. Para esta experta, las soluciones a estos problemas pasan por abordar las amenazas que plantean los cambios tecnológicos, pero sin menoscabar la innovación e inclusión financieras.
"La idea debe ser incrementar la transparencia —saber quién realiza las transacciones financieras, dónde se llevan a cabo, y con qué objetivo— sin elevar demasiado los costes de transacción ni hacer que los flujos financieros pasen a operar en forma clandestina", señala.
Por último, también hay que eliminar los obstáculos legales y prácticos a la cooperación internacional. "Es necesario proteger e intercambiar la información financiera, y para disuadir a los delincuentes hay que rastrear implacablemente el dinero sucio", concluye Rhoda Weeks-Brown.