Los verdaderos estadistas –Ortega ha escrito páginas inmensas sobre esta cuestión- son los capaces de detectar el interés general y anteponerlo a cualesquiera otras consideraciones. Y Tsipras, un joven personaje desconcertante, ha de ser reconocido por su valor de renunciar en un determinado momento a las convicciones que había defendido durante toda una biografía política para decantarse por el interés general de su país, es decir, por la única solución correcta que merecía el pueblo griego: la pervivencia en el euro. Porque la otra opción consistía en arrojar a Grecia al polvorín tercermundista de su propio contexto geoestratégico, junto a Libia, Túnez o Turquía.
Mientras Varoufakis, el galán del relato, hubiera sido capaz de lanzar a los griegos a la quiebra material e irrevocable con tal de mantener impecable su estética refinada de la rebelión y la protesta, Tsipras hizo lo más difícil: renunciar al heroísmo y a la épica y emprender el doloroso camino de la retractación y el sentido común. La vuelta al dracma hubiera supuesto la ruina material de Grecia, el retorno a estadios predemocráticos, la definitiva deriva al margen de la prosperidad europea. Él debió pensar que no podía pasar a la historia como el autor de semejante drama.
"La renuncia de Tsipras al ideario que había defendido ardientemente le obligaba a hacer precisamente lo que ha hecho: dimitir y convocar nuevas elecciones"
Naturalmente, la renuncia de Tsipras al ideario que había defendido ardientemente y con el que ganó las elecciones, provocando de paso la fractura de su propio partido, le obligaba a hacer precisamente lo que ha hecho: dimitir y convocar nuevas elecciones. Curiosamente, lo hace cuando ha conseguido un gran consenso ya que el rescate ha sido apoyado no sólo por la mayor parte de Syriza sino por Nueva Democracia y el Pasok. Habrá que ver qué hacen ahora los ciudadanos ante el nuevo envite, que no es trascendente desde el punto de vista europeo ya que las grandes decisiones no serán revisadas. De cualquier modo, si se eleva el punto de observación, se tomará conciencia de que Grecia está tan postrada no por la actuación de Syriza sino por la desastrosa y delictiva gestión de los grandes partidos ‘moderados’ que desde 2002 empezaron a falsear los datos macroeconómicos de su país para engañar al Eurostat, con la ayuda de Goldman Sachs, un banco de inversión en cuya división europea ocupaba el cargo de vicepresidente un tal Mario Draghi (2002-2006).
Naturalmente, Tsipras deberá reconstruir su partido, en el que no se puede descartar una escisión. Las elecciones parecen en este momento muy abiertas, pero hay que considerar dos nuevos elementos: Syriza ya no será la izquierda radical de antaño y Tsipras es hoy un personaje con creciente prestigio en su país y fuera de él porque no es fácil en absoluto tomar una decisión tan onerosa como la que hoy mantiene viva en Grecia la esperanza en el futuro.
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