El año ha comenzado con los inversores muy pendientes de la geopolítica, y más concretamente de los planes de Rusia con respecto a Kazajistán, sin olvidar la preocupación sobre lo que piensa a hacer en Ucrania, preocupación que ya era dominante a finales del año pasado.
La decisión de Vladimir Putin de enviar ayuda a Kazajistán para reprimir las violentas protestas antigubernamentales que han dejado decenas de muertos añade incertidumbre sobre los pasos que está dando el presidente fuera de Rusia y sus intenciones.
Según algunos medios, la cuestión ahora es si los disturbios en Kazajistán han cambiado los cálculos del presidente Putin respecto a sus opciones en Ucrania, donde mantiene a sus tropas presionando en la frontera. Algunos dicen que Putin puede no querer involucrarse en dos conflictos al mismo tiempo, mientras que otros piensan que Rusia tiene la capacidad militar para hacer ambas cosas y que decidirá si ataca Ucrania al margen de lo que haga en Kazajistán.
Tanto Kazajstán como Ucrania son antiguas repúblicas soviéticas que Putin ha intentado mantener bajo la influencia de Moscú, pero hasta ahora con resultados muy diferentes. Ucrania, una aspirante a la democracia que ha girado decididamente hacia Occidente, se ha visto envuelta en un conflicto mortal con Rusia desde que Putin se apoderó de Crimea en 2014 y respaldó una insurgencia en la región oriental de Donbás. Kazajistán, por su parte, ha sido gobernado en las tres décadas transcurridas desde el colapso soviético por autócratas que han mantenido estrechos vínculos políticos y de seguridad con Rusia.
Las tropas rusas entraron en Kazajistán el jueves después de que el presidente kazajo Kassym-Jomart Tokayev invocara la ayuda de una alianza militar liderada por Rusia. Al día siguiente, con las tropas rusas ayudando a restablecer el control del aeropuerto y vigilando los edificios gubernamentales, ordenó a sus fuerzas que dispararan a matar a los manifestantes que no se rindieran.