Se acaba de publicar en “Nada es gratis” un interesante artículo de Maia Güell y Sevi Rodríguez-Mora titulado “De los apellidos catalanes” en el que se analiza científicamente la ‘catalanidad’ de los apellidos presentes en Cataluña y se indaga en la catalanidad de las elites políticas.
Se define la "catalanidad" de un apellido como el porcentaje de españoles con ese apellido que habitan en Cataluña. Un apellido que es tan común en Cataluña como en el resto de España tiene un valor de 0.16
Los autores citan un trabajo antiguo en que “el politólogo de Cambridge Thomas Jeffrey Miley comparaba hace unos diez años los parámetros socioeconómicos y culturales de las élites catalanas con los de la población en general, encontrando un aterrador abismo. Las élites son muy parecidas a lo que él llama la “comunidad etnolingüística” catalano-parlante y en absoluto se parecen a la castellano-parlante”. Y el trabajo de Güell y Rodríguez Mora corrobora aquel análisis.
Se define la "catalanidad" de un apellido como el porcentaje de españoles con ese apellido que habitan en Cataluña. Un apellido que es tan común en Cataluña como en el resto de España tiene un valor de 0.16 (el porcentaje de la población catalana en el total de España).
El que sea relativamente poco común en Cataluña tiene un valor más pequeño, y por el contrario el que sea mucho más común en Cataluña (relativamente al resto de España) tiene un valor mayor. Si todos los españoles con ese apellido viven en Cataluña, su valor es 1.
Y la conclusión de ese recuento es clara: El índice de catalanidad medio de los apellidos de todos los catalanes es 0.37. Si lo comparamos con el de los miembros del Govern (0.59), los altos cargos de la Generalitat (0.59), los miembros del ‘Consell Assessor per a la Transició Nacional’ o todos los miembros del parlamento (0.55), resulta evidente que en un sentido estadístico las élites son mucho más “catalanas” que la población de Cataluña. La representación está distorsionada. Y la igualdad de oportunidades es dudosa puesto que está influida por el origen familiar.
Así –concluyen los autores citados-, “la evidencia indica que en Cataluña coexisten (i) profundas y crecientes divisiones socioeconómicas asociadas a la diversidad etnolingüística, y (ii) estructuras políticas que, por el motivo que fuere, resultan en una masiva sobrerrepresentación del grupo social dominante”.
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