Pablo Iglesias y su círculo de confianza se han embarcado ya en los preparativos de las elecciones generales, a los que concurrirá la organización con su propio nombre en todas las circunscripciones tras unas primarias controladas que garanticen la homogeneidad del grupo parlamentario. El programa electoral, todavía en mantillas, será previsiblemente ‘centrista’, nada radical y por lo tanto perfectamente digerible por las clases medias.
En este planteamiento no cabía evidentemente la convergencia con Izquierda Unida que pretendía Alberto Garzón, ya que Podemos quiere salirse de la ubicación espacial que actualmente ocupa junto a IU (según el CIS, en una escala del 0 al 10, con el 0 en la extrema izquierda y el 10 en la extrema derecha, Podemos estaría ubicado en el 2,46 e Izquierda Unida en el 2,67). La razón es pragmática: el poscomunismo de IU nunca ha conseguido más del 11% de los votos en unas elecciones generales, y Podemos tiene aspiraciones de gobierno (seguramente infundadas, pero aspiraciones al fin y al cabo). Para ello, no tendrá más remedio que emitir un mensaje centrista para tratar de atraer a las clases medias.
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El poscomunismo de IU nunca ha conseguido más del 11% de los votos en unas elecciones generales, y Podemos tiene aspiraciones de gobierno
La negativa de Iglesias a otras coaliciones distintas de las formadas por Podemos con organizaciones territoriales de distintas comunidades –ICV en Cataluña, por ejemplo- y siempre con el nombre de Podemos en el frontispicio de la alianza, no ha desanimado a otras corrientes que transitan por el mismo espacio, que han acabado presentando “Ahora en Común”, una especie de ‘marea’ espontánea en la que figuran personas de Podemos, de IU y de Equo. La iniciativa es calcada de las exitosas candidaturas de unidad popular que han conseguido los ayuntamientos de Madrid, Barcelona, Zaragoza, Cádiz…
La fractura de este espacio político de izquierda radical habrá agradado lógicamente a todos sus adversarios. Pero además producirá una clarificación: “Ahora en Común” no tiene complejos ideológicos y se dará a conocer tal cual es, con su ideario y su programa. Y ante esta competencia, Podemos tendrá también que definirse con la mayor explicitud. Porque al margen de cuestiones estéticas y de renovación ética de la democracia, quien aspira a gobernar el Estado ha de aclarar su ubicación y sus proyectos. Sobre todo si afirma parangones tan inquietantes como el que Pablo Iglesias ha establecido entre su formación y Syriza, que bien poco tiene de socialdemócrata ni de centrista.
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