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Los resultados del 24M han afirmado a Pedro Sánchez al frente del PSOE, lo que le ha evitado tener que competir en unas elecciones primarias para situarse en el cartel electoral de las próximas generales. Tales resultados no fueron buenos en términos relativos –el 25% de los votos en las elecciones locales han supuesto en realidad el peor dato de la etapa democrática- pero las comparaciones deben hacerse en este caso con cuidado: a los comicios locales y regionales se han presentado por primera vez los nuevos partidos emergentes y las ‘viejas’ formaciones del bipartidismo –PP y PSOE- han obtenido en conjunto apenas el 52% de los votos.

En estas condiciones, puede decirse que el PSOE ha salvado los muebles, es el segundo partido del país casi empatado por el primero y, por supuesto, es el gran referente del centro izquierda en momentos en que todo indica que las fuerzas recién aparecidas en el escenario nacional –Podemos y Ciudadanos- están a la baja o, cuando menos, han tocado techo. Los próximos meses serán además de fuerte desgaste para las nuevas formaciones, que ya se están teniendo que implicar en el ejercicio del poder concreto.

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Hoy, el acto de proclamación de Pedro Sánchez ha supuesto el espaldarazo de quien ya será indubitablemente uno de los dos actores principales este preámbulo de las generales. En realidad, Rajoy y el Partido Popular ya habían ubicado en esta posición a Sánchez al hacerle objeto de ataques furibundos por haberse “radicalizado” y “entregado gratis el poder a los partidos antisistema”, pero el líder socialista debía aposentarse y afirmarse en ese rol despojándose del aura de extremista que la derecha le atribuía.

Puede decirse que el PSOE ha salvado los muebles

En esta tarea, la escenografía ha sido meticulosamente calculada: Sánchez, con traje y corbata, ha ocupado un escenario cuyo telón de fondo era una gran bandera constitucional. El mensaje verbal, construido por él mismo y por el presidente asturiano en funciones Javier Fernández, ubicado bajo el lema “el cambio que nos une”, ha sido centrado, y se ha dirigido especialmente a reivindicar la ocupación del espacio político de siempre, el centro izquierda socialdemócrata, frente a quienes han inventado opciones de laboratorio para tratar de capitalizar el cabreo de la ciudadanía. En definitiva, los objetivos principales son los obvios: “erradicar el paro y la corrupción”.

Las encuestas favorecen personalmente a Sánchez, quien se estaría aproximando –según Metroscopia- a la popularidad alcanzada por Albert Rivera, que encabeza el ‘ranking’. La posición de partida del candidato socialista es, pues, óptima, pero su suerte futura dependerá de varios factores que serán decisivos: en primer lugar, del programa económico que presente el PSOE, que debe conseguir ilusionar a los desencantados sin incluir promesas irrealizables que puedan trastocar el proceso de recuperación tras la crisis; en segundo lugar, de la ejecutoria del propio Partido Socialista en los próximos meses, en los que se podrán observar su desempeño de las instituciones autonómicas y locales recién ganadas y su papel allá donde ha apoyado a otras fuerzas para que gobiernen, especialmente en las ciudades de Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, etc.; por último, de la credibilidad que consiga acopiar frente a las formaciones oportunistas que están adaptando manifiestamente el discurso y el programa a cada ocasión con tal de mantener sus seguramente efímeras clientelas.

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