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Ada Colau, líder de ‘Barcelona en comú’, ya ha anunciado que cobrará 37.000 euros como alcaldesa de Barcelona, es decir, 14 pagas de 2.200 euros más el 20% de retención. Ello representa aproximadamente la cuarta parte de lo que percibe Trías, el alcalde saliente. Lógicamente, el salario de Colau será la pauta de los que percibirán los concejales.

En Extremadura, Podemos ha solicitado al PSOE, que casi con seguridad formará gobierno, que los sueldos de los políticos no rebasen el triple del salario mínimo interprofesional, lo que supone 1945,8 euros al mes.

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Los políticos, según Podemos, deben conformarse con un salario frugal

Evidentemente, estas actitudes son la prolongación de las propuestas de austeridad que formuló Pablo Iglesias en sus primeras intervenciones públicas, y que luego se han aplacado a medida que se conocían los ingresos ya no tan moderados de algunos de sus conmilitones más caracterizados. Pero la pauta es ésta: los políticos, según Podemos, deben conformarse con un salario frugal. La ética pública se resume, a juicio de estos politólogos, en disponer de poco dinero de bolsillo.

Se supone que esta exigencia de frugalidad se debe a que, como es natural, los salarios públicos son pagados a escote por todos los españoles. Pero esta no es razón para que, en un mercado laboral abierto como el español, quien quiera dedicarse vocacionalmente a la política haya de renunciar al nivel de vida que le proporcionaría el mismo trabajo en el sector privado. Porque, aun confiando todo lo necesario en la bondad intrínseca de la naturaleza humana, no cabe duda de que, de seguir por este camino, muchos talentos que hubieran podido prestar un gran servicio al país, optarán por dedicarse a una actividad privada que les permita, pongamos por caso, tener una segunda residencia o viajar una vez al año de turismo al extranjero. Actividades que nada tienen de inmorales, ni de burguesas, ni de corruptas.

La austeridad desaforada suena bien y es difícil de criticar en un contexto de corrupción rampante como el que acabamos de vivir. Pero no por ello deja de ser un cínico ejercicio de demagogia que choca frontalmente con el modelo de sociedad al que aspira la inmensa mayor parte de la población.


Antonio Papell

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