El movimiento del 15M, que toma el nombre de la gran manifestación del 15 de mayo de 2011 en la Puerta del Sol, fue un fenómeno espontáneo sin precedentes de politización de la ciudadanía que expresó con claridad su nítida indignación ante lo que estaba ocurriendo en España y en el mundo –la crisis gomal- y que alcanzó una trascendencia política y social que todavía no se ha calibrado con suficiente rigor, y que los estudiosos deberán valorar en el futuro.
En aquellas fechas, la crisis económica, suscitada sobre todo por el gran fracaso del sistema financiero internacional, había embarcado a los países occidentales, y a España en particular, en un proceso galopante de empobrecimiento y fractura social que aquí se manifestaba en forma de un desempleo cada vez más insoportable y una merma progresiva del bienestar y del sistema de protección social. Un año antes, Rodríguez Zapatero había consumado ya aquel primer gran recorte que comprometía los fundamentos del Estado de Bienestar, y las expectativas de futuro eran muy negras.
"Aquella movilización huía de los partidos clásicos, que eran considerados responsables de aquel estado de cosas"
Poco a poco, la ebullición social anónima fue tomando cuerpo político en la madrileña Puerta del Sol, donde creció un colectivo heterogéneo de personas y agrupaciones que protestaban, primero inorgánicamente, después de forma cada vez más estructurada, contra el sistema global y su derivada estatal, en demanda de una democracia más participativa, independiente del influjo viciado del sistema financiero, con ribetes asamblearios. Aquella movilización huía de los partidos clásicos, que eran considerados responsables de aquel estado de cosas, y fue cuajando en diversas asociaciones, más o menos estables, como ‘Juventud sin futuro’ o ‘Democracia real ya’. El movimiento se extendió a más de cincuenta ciudades españolas.
Después de aquella manifestación, tuvo lugar una ocupación permanente de la Puerta del Sol que otorgó gran visibilidad internacional al movimiento y que dio cohesión al asociacionismo recién improvisado. La ciudadanía española contempló el espectáculo con interés, hasta que germinó una inquietud política de nuevo cuño que todavía pervive. El fenómeno reivindicativo se extendió a otros países, incluidos los Estados Unidos.
La derivada más palpable de aquel proceso de protesta fue “Podemos”, el partido político que más y mejor ha capitalizado aquellas inquietudes, aquella desafección hacia el sistema establecido, aquella indignación hacia una determinada manera corrompida de hacer política. Sin embargo, más relevante que esta formación dirigida por Pablo Iglesias es la evidencia de que han cambiado por completo los criterios y los valores políticos de la ciudadanía, lo que ha obligado a los partidos tradicionales a transformarse, a cambiar radicalmente de actitud y a reconciliarse con la opinión pública, basándose en los nuevos postulados.
"Algunos pensamos que lo sucedido a partir de 2011 no ha supuesto ni el final del régimen de 1978 ni siquiera el eclipse del modelo bipartidista"
Algunos pensamos que lo sucedido a partir de 2011 no ha supuesto ni el final del régimen de 1978 ni siquiera el eclipse del modelo bipartidista, que podría resurgir en cualquier momento. Sí, en cambio, ha representado una mudanza irreversible en la forma de hacer política en este país y en los modos de participación en política de los ciudadanos. La exigencia de la sociedad a la superestructura política es hoy incomparablemente mayor que hace cuatro años.
Dicho más claramente, el 15M engendró un afán de democracia participativa y continua que no se colma con la celebración periódica de elecciones: requiere un contacto más directo y personal de los políticos con la sociedad, unas conductas más decentes, unos partidos más abiertos y democráticos y unos discursos más apegados a la realidad. Por ello, ya nada volverá a ser como antes.
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