• Critica las decisiones económicas que también ha llevado a cabo Obama en EEUU
david cameron

¿Por qué las elecciones británicas no resultaron ser un referéndum sobre una doctrina económica fallida? Se pregunta el columnista de The New York Times, Paul Krugman. La respuesta del opinador está en que nadie ha sido capaz de cuestionar estas ideas de manera contundente y demostrar que la argumentación en la que se basan los conservadores para defender la austeridad es “falsa”.

Krugman compara la situación de Reino Unido en 2010, cuando los tories se hicieron con el número 10 de Downing Street, de la mano de los liberal-demócratas, con la que se encontró Obama cuando heredó EEUU. Se encontró con una economía en caída libre y, explica Krugman, y se dedicó a hacer recortes en lugar de invertir el gasto público, “que era lo que el país necesitaba”.

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Si bien es cierto, comenta, que Obama lanzó medidas de estímulos, los republicanos salieron con “tonterías” de que el Gobierno debía apretarse en cinturón, “al igual que muchas familias” y la administración Obama, lejos de despreciar estos comentarios, acabaron por hacerlos suyos.

No se puede ser demasiado duro con el líder laborista Ed Miliband, por fallar en poner en evidencia las tonterías económicas vertidas por los conservadores

Así, Krugman cree que si el mismo presidente de los EEUU no fue capaz de explicar por qué se debía estimular la economía a base a la inversión, en lugar de austeridad, “no se puede ser demasiado duro con el líder laborista Ed Miliband, por fallar en poner en evidencia las tonterías económicas vertidas por los conservadores”.

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Así, apunta el analista de The New York Times que Obama y los laboristas son lo suficientemente listos como para plantar cara a estas “supercherías” económicas, pero han decidido que “es demasiado difícil superar el atractivo facilón de la mala economía, especialmente cuando los medios de comunicación dan por ciertas estas malas teorías económicas”. “Aún así ha sido un espectáculo difícil de ver”, concluye el economista.

El hecho, concluye, es que Reino Unido y EEUU, no necesitaban tomar decisiones difíciles tras la crisis. Lo que necesitaban, en cambio, era comprender que se trataba de un ambiente especial que “las reglas habituales no se aplican en una economía deprimida persistentemente”.

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