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Junqueras, Puigdemont y Turull, en una imagen de archivo.GENERALITAT/R.MORENO

La foto de unidad con que los socios de gobierno en Cataluña han querido cerrar una semana que ha evidenciado más que nunca sus discrepancias no ha convencido a nadie. La coalición entre Junts per Catalunya y ERC de este legislatura nació con los lastres del 1-O, el 155 y con el juicio a los diputados procesados por el Supremo en el horizonte. Unas cargas demasiado pesadas para el hombre de paja en la Generalitat, Quim Torra, y que, por encima de todo, han colocado el foco en el profundo enfrentamiento entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras.

A pesar de la comparecencia del viernes de Torra y del vicepresident, Pere Aragonès, para reforzar el Govern, los dos líderes del PDeCAT y de ERC, uno en la cárcel, y el otro en un autodenominado exilio en Bruselas, siguen tratando de dominar la escena política y mueven los hilos de los partidos independentistas. Además, no es ningún secreto la animadversión que se guardan -y que niegan- y que se ha agudizado en los últimos meses, una mala relación que ha dejado, de nuevo, al Parlament de Catalunya paralizado -como ya ocurrió en julio- y que ha estado a punto de hacer saltar por los aires el gobierno autonómico.

El Debate de Política General ha sido el escenario de una ruptura que se ha evitado por los pelos. El trasfondo, la suspensión de los diputados procesados por el Tribunal Supremo, sobre la que los grupos parlamentarios no han sido capaces de acordar una fórmula para retirar los derechos del expresidente Carles Puigdemont y otros cinco diputados independentistas.

Las sesiones arrancaron el martes, un día después de los actos de celebración del 1 de octubre, donde el president autonómico animó a los Comités de Defensa de la República a mantener la presión en las calles. Y donde también fue abucheado por los manifestantes independentistas, lo que provocó su indignación y desencadenó su reacción posterior. Al día siguiente, Torra, lanzó un ultimátum al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez: o referéndum en noviembre o retiraba sus apoyos al Ejecutivo socialista. Una huída hacia adelante que molestó a los republicanos que, guiados por Junqueras, tienen como objetivo proseguir con el diálogo con el Estado sin fechas.

ELECCIONES

En ese momento empezó a construirse el rumor de que el líder del Govern valoraba un adelanto electoral. Y se apuntó que el chantaje al jefe del Gobierno no era más que una cortina de humo, ya que la auténtica razón era “la profunda división entre el PDeCAT y ERC”, tal y como explicó a Bolsamanía el diputado del PSC, Raúl Moreno.

Ya entonces, y tal como avanzó este medio, la cúpula soberanista sopesaba sus opciones. Dar por acabada la legislatura y convocar elecciones a finales de octubre o aguantar hasta que se juzgara a los líderes del 1-O y conocer una sentencia que todo indica que será de condena”, proseguía Moreno, “lo que puede provocar que haya un aumento de los apoyos a la independencia que propicie que el jefe del Govern cumpla con lo que adelantó en el debate de política general en el Parlament de Catalunya”.

Según Torra y Aragonés, así será. Ambos se han conjurado para "fortalecer" el pacto que sostiene al Ejecutivo y han reiterado su compromiso de seguir con la legislatura, al menos hasta que haya una sentencia del Supremo sobre los diputados soberanistas procesados. La crisis parece superada, al menos por ahora y las elecciones no se celebrarían hasta bien entrado 2019.

ERC Y EL PDECAT, SIEMPRE AL BORDE DEL DIVORCIO

“Lo que no tenemos tan claro es que una nueva convocatoria electoral solucione de por sí el problema”, cuestiona Moreno. “Si hay eleciones y las mayorías no se mueven suficientemente no se producirá un vuelco significativo y estaremos exactamente igual”, agrega.

La bicefalia y el tacticismo político de los protagonistas del ‘procés’ no es nada nuevo. Ya con Artur Mas en la Generalitat los entonces convergentes y los republicanos iniciaron una pugna para ver quién aglutinaba más apoyos independentistas. “Es una guerra en la que cada contrincante quiere obligar al otro a jugar un rol y ninguno de los dos quiere doblegarse”, explica el decano del Col·legi de Politòlegs y Sociales de Catalunya (Colpis), Jordi Pacheco i Canals.

Obligados a entenderse, además de entre ellos, también con la izquierda radical de la CUP, Mas y Junqueras se vieron forzados a unir fuerzas en Junts pel Sí, la lista unitaria de las elecciones de 2015. Sin mayorías claras en esa suerte de plebiscito, se han visto obligados a gobernar juntos desde entonces, aunque en 2017 concurrieron a las urnas con listas separadas, un matrimonio de conveniencia siempre a punto del divorcio, cuyos enfrentamientos proseguirán en los meses venideros, asegura el politólogo.

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