• Aznar y su insólito comunicado a través de FAES, la fundación del PP
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La buena nueva de que el independentismo no ha conseguido el 50% de los votos en unas elecciones concebidas precisamente para sobrepasar esta barrera y lanzar una política rupturista de hechos consumados no ha evitado al PP el trance amargo de experimentar un nuevo descalabro –el quinto en la legislatura, ha recordado cruelmente Aznar en su insólito comunicado a través de FAES, la fundación del PP- tras designar cabeza de lista al radical García Albiol, como si tuviera sentido tratar de contrarrestar un radicalismo con otro de distinto signo.

El entorno de Aznar en FAES, el único reducto verdaderamente fiel al expresidente, estaría pensando en el jovencísimo Pablo Casado como recambio.

Así las cosas, sectores cada vez mayores del PP ven con espanto cómo Rajoy se dispone a afrontar las elecciones generales en un marco en que las inercias parecen ser las mismas que ya han castigado severamente varias veces al partido conservador y le han restado unos 20 puntos de apoyo popular.

Y habrían sido estos sectores, a los que se habrían unido personalidades, de salida de las listas electorales y sin posibilidades de repetir, los que estarían tramando un cambio de caballo de última hora para sustituir a Rajoy. “Quieren echar a Rajoy” ha escrito Raúl del Pozo en su análisis sobre la última salida de tono de Aznar, en tanto Graciano Palomo escribía un artículo titulado “¿Quién se esconde tras el duro comunicado de Aznar a Rajoy?”.

Según ambos periodistas, el entorno de Aznar en FAES, el único reducto verdaderamente fiel al expresidente, estaría pensando en el jovencísimo Pablo Casado como recambio, aunque sin la aquiescencia de éste, que se mantendría fiel a la línea oficial del partido.

EL PROBLEMA DE RAJOY

Rajoy no parece ser consciente de que con total seguridad no obtendrá mayoría absoluta, por lo que no se entiende que Albert Rivera sea el principal objetivo de sus críticas (en la campaña catalana, por ejemplo). Porque con la configuración del futuro parlamento que anuncian las encuestas y después de lo visto en Cataluña –el imparable ascenso de Ciudadanos y la decadencia sin fin de Podemos-, la formación de Rivera será clave para la estabilidad. En el bien entendido de que hay que descartar la ‘gran coalición’ PP-PSOE porque tal opción extrema, que cerraría todas las puertas al cambio necesario a juicio de la mayor parte de las fuerzas políticas, sería contraproducente para una regeneración democrática en toda regla.

En definitiva, Rajoy, inmovilista, se ha situado enfrente de todas las demás formaciones que proponen una reforma constitucional porque entienden que el problema de Cataluña es el problema de España; de una España en la que se ha agotado el consenso fundacional y es preciso modernizarlo por el mismo método de la negociación y el pacto. Y esa soledad del todavía partido gobernante augura que se dispone a atravesar un largo desierto en la oposición. A menos, claro está, que se produzca alguna improbable reacción de última hora que, desde luego, nadie espera verdaderamente.

Antonio Papell

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