Las opciones políticas radicales, sean del signo que sean, generan como es natural reacciones rotundas y, en ocasiones, extremas. Sin embargo, es en este terreno donde los radicales y los moderados se juegan la racionalidad y la adhesión de las mayorías. Porque la crítica solvente aporta valores positivos al debate pero la crítica desaforada, irracional, juega siempre a favor del sujeto criticado, al que enmascara sus defectos, y perjudica en general al sistema mediático, al que le resta credibilidad.
Viene esto a cuento de los ataques que está recibiendo la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, de un sector de la prensa escrita nacional (estos medios clásicos, aunque de difusión limitada, encuentran gran eco en el mundo digital y en el audiovisual, por lo que sus opiniones tienen un gran efecto multiplicador).
La crítica solvente aporta valores positivos al debate pero la crítica desaforada, irracional, juega siempre a favor del sujeto criticado, al que enmascara sus defectos, y perjudica en general al sistema mediático, al que le resta credibilidad.
Primero, la munícipe, exjueza de prestigio y ahora vinculada a Podemos, ha sido criticada por el “lujo” de su semana de vacaciones en las costas gaditanas, por la que habría pagado 4.000 euros (después se ha sabido que la supuesta ‘mansión’ acogió a ocho personas, que cubrieron gastos a escote). Y más tarde, rizando el rizo de la sinrazón, el mismo medio denunciaba que en una de las fotografías que se han divulgado la alcaldesa llevaba en la mano una flor silvestre en peligro de extinción, el ‘pancratium maritimum’, que no es más que una vulgar azucena de mar que abunda en los arenales del Atlántico y del Mediterráneo y que aguanta largos periodos de sequía.
Por supuesto, lo del peligro de extinción es una fábula sin el menor fundamento. En definitiva, el medio ha criticado lo que no debía –cada cual gasta su dinero como cree conveniente- y ha faltado claramente a la verdad con el fin de denigrar a un personaje que no traga.
Hay muchas cosas que criticar en la gestión del Ayuntamiento de Madrid (y de otras grandes ciudades en que gobiernan fuerzas emergentes), que ha recaído en manos inexpertas, y esta evidencia está costando cara a Podemos en términos de votos si hay que creer en las encuestas. Pero también estos recién llegados tienen derecho, en democracia, a críticas ecuánimes. En este caso, el desafuero es tan notorio que incluso algunos colegas, directores de medios también conservadores, han tenido que salir al paso de tales agresiones, que ofenden a la inteligencia de los lectores, desacreditan la profesión y dan, por cierto, oxígeno a Podemos cuando más lo necesita. Porque los exabruptos de ‘La Razón’ tienen este efecto indiscutible.
Antonio Papell
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