• Esta inercia beneficia a Rajoy, quien se ha quemado materialmente al aplicar recetas parecidas
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A dos meses y medio de las elecciones generales en España, cualquier elemento exterior es capitalizado por los contendientes de aquí dentro para tratar de mejorar su posición. Y ha sido inevitable una trasposición de lo sucedido este domingo en Portugal a la política española, realizada a través de diversas declaraciones. Como es conocido, después de que durante mucho tiempo las encuestas dieran favorito en Portugal al Partido Socialista, la victoria ha sido para la coalición conservadora (PSD-CDS) comandada por el primer ministro Pedro Passos Coelho, con el 38,4% de los votos y 99 escaños, frente a los 79 de los socialistas, que han obtenido el 32,3%. La izquierda radical del Bloco de Esquerda ha logrado el 10,25% y 17 escaños, por delante de los comunistas, que sólo han logrado 14.

Desde la óptica europea e internacional, lo más significativo de lo sucedido en Portugal es que Passos Coelho ha sido el primer mandatario europeo que ha sido reelegido al frente del gobierno tras haber cumplido las exigencias de la troika vinculadas al rescate de su país, haber sometido los ciudadanos a los ajustes propios de una consolidación fiscal intensa y rápida, y haber por tanto aplicado la terapia neoliberal que Bruselas/Berlín ha impuesto para resolver la crisis.

Esta inercia beneficia a Rajoy, quien se ha quemado materialmente al aplicar recetas parecidas a las portuguesas, aunque de no tanta intensidad

Naturalmente, esta inercia beneficia a Rajoy, quien se ha quemado materialmente al aplicar recetas parecidas a las portuguesas, aunque de no tanta intensidad (pese a lo cual el desempleo ha sido aquí todavía más intenso e insoportable que en el país vecino). Y estimulará el discurso del Partido Popular encaminado a destacar que los sacrificios realizados han servido para sacar también a España de la crisis, aunque como es lógico no hayan desaparecido todavía todos los efectos de doble recesión.

Dicho esto, conviene no olvidar que las semejanzas entre las situaciones española y portuguesa, que son innegables, coexisten con importantes diferencias. Aquí, el bipartidismo se ha desprestigiado no sólo por la gestión de la crisis económica sino también por la corrupción, que en Portugal ha sido menos intensa pero ha afectado profundamente a los socialistas (conviene recordar que el ex primer ministro Sócrates estaba hasta hace poco en prisión por corrupto), lo que ha devuelto el oxígeno perdido a los conservadores de Passos Coelho. En cualquier caso, la victoria de la derecha portuguesa lleva a un gobierno inestable, que deberá mantener buenas relaciones con los socialistas, que a su vez no quieren pactar con las formacioens de más a su izquierda.

En definitiva, ni el PP puede todavía cantar victoria, ni el PSOE puede deconocer que la salida objetiva de la crisis beneficia a su principal antagonista.

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