- Estas voces, y otras más que reman en la misma dirección, no pueden caer en el vacío
Ha habido un largo silencio de muchos intelectuales ante la escalada independentista en Cataluña. Al fin, algunos hombres de cultura con el más alto prestigio que cabe conseguir en este país han salido a la palestra para hablar claro, con voz tonante y resonante. Ha aquí tres testimonios, que no agotan la nómina pero que son muy relevantes.
Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945) es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia de la Historia. Probablemente sea el historiador vivo más prestigioso del momento, autor de obras decisivas sobre el pasado reciente español. Pues bien: tras una intervención en la UIMP, fue preguntado por el apoyo que debería encontrar una iniciativa independentista en un colectividad para adquirir entidad y legitimidad. Y ésta fue su respuesta: “Cualquier tipo de plebiscito, y más si se trata de uno en el que esté en juego la independencia, requiere un mínimo de decoro democrático. El resultado que lo respalde debe ser una mayoría cualificada, es decir dos tercios sobre el censo. No vale mayoría simple y mucho menos sobre los votantes”.
Fusi: Cualquier tipo de plebiscito, y más si se trata de uno en el que esté en juego la independencia, requiere un mínimo de decoro democrático
Antonio Elorza es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. Es autor de un extenso trabajo de investigación sobre la historia del pensamiento político y de los movimientos sociales en España, también con obras fundamentales, y desde sus constantes apariciones en los medios ha mantenido posturas beligerantes contra los nacionalismos periféricos del estado español, en apoyo de la constitución de 1978 y del carácter de indisolubilidad que ésta asigna a la nación española. Pues bien: acaba de publicar un artículo, “Cataluña o el totalismo mágico”, en el que descalifica las elecciones plebiscitarias y llama por su nombre a la actitud de la sectaria de la Generalitat. De una parte, afirma que “el problema no es, fundamentalmente de “derecho a decidir” y de constitucionalidad, sino de democracia. Democracia es procedimiento, no subordinación a un resultado, y de Napoleón III a Hitler, los plebiscitos han sido con frecuencia instrumentos para encubrir la ausencia de legitimidad en graves decisiones políticas”.
Elorza ha publicado “Cataluña o el totalismo mágico”, en el que descalifica las elecciones plebiscitarias y llama por su nombre a la actitud de la sectaria de la Generalitat
En otro lugar, al hacer referencia a la actitud de la Generalitat y de su titular, Artur Mas, afirma que “estamos ante un caso claro de totalismo, de totalitarismo horizontal, donde la difusión a toda la sociedad del dogma independentista resulta impulsada desde las instituciones de gobierno. La sacralización del proyecto nacionalista, la satanización de la inserción en España, convierten a federales y autonomistas en ciudadanos de segundo orden. Prácticamente invisibles en la esfera controlada por la Generalitat, donde todo espacio de debate resulta eliminado. No se ofrece análisis riguroso de los costes de la independencia. Tampoco la menor mención a que la Constitución española es reformable, y que con el PP fuera del poder, cabría una reforma federal incluyendo el derecho a la autodeterminación. Por supuesto, las condiciones fijadas por el vigente Estatut para su reforma son igualmente ignoradas”.
Finalmente, el escritor Javier Cercas ha publicado un brillante y sanguinario articulo sobre/contra Xavier Rubert de Ventós, “Con la mano en el corazón”. En él compara una intervención pública del filósofo en otro tiempo socialista con otra actual. En aquella, "Rubert vino a decir, con su estilo nervioso, irónico y provocador, que, en democracia, la política no debe ser épica ni sentimental sino aburrida y sosa, que hay que dejar la épica y los sentimientos para el arte y la vida privada, que la política es prosa y no poesía, que la tarea del político no consiste en intentar traer el cielo a la tierra sino sólo en mejorar la tierra –en esa humildad estriba su grandeza–, que el político no debe prometer la felicidad: debe conformarse con facilitar las condiciones para que cada uno la busque por su cuenta".
La otra intervención relatada por Cercas tuvo lugar “en septiembre de 2012, justo al inicio del llamado proceso soberanista catalán, cuando un grupo de independentistas organizó frente al palacio de la Generalitat un acto de adhesión a Artur Mas a su vuelta de una reunión fracasada con Rajoy y antes de que convocase las elecciones que debían conducirnos al firmamento de la independencia. Para entonces, tras algunos vaivenes políticos, Rubert era ya el principal teórico del independentismo, un independentismo en teoría laico y práctico, desprovisto de la ganga romántica y sentimental del viejo nacionalismo. Digo en teoría porque, según recogieron muchas televisiones, allí estaba Rubert aquel día, en primera fila, rodeado de cortesanos, con la mano en el corazón, con una sonrisa de emocionada gratitud y casi con lágrimas en los ojos, después de cantar Els segadors, mientras todos aplaudían al líder carismático”.
Estas voces, y otras más que reman en la misma dirección, no pueden caer en el vacío.
Antonio Papell
Lee además:
En Nota Electoral | La lista de Artur Mas
En Nota Electoral | El ministro del Interior no convence