- No parece casual que el pistoletazo de salida de la algarada socialista lo haya dado Felipe González desde Chile
- Sánchez ya había insinuado que su cerrada negativa a apoyar a un gobierno del PP coincidía con la opinión de la militancia
Es evidente que la crisis del PSOE, que se larvó durante la campaña electoral previa a las elecciones gallegas y vascas –algo insólito en los partidos, que como es natural cuidan de aparecer cohesionados para no perder el favor de los electores- está relacionada con la gobernabilidad. Es decir, con el desenlace de la inestabilidad que dura desde diciembre y que inquieta lógicamente a la ciudadanía y a las fuerzas vivas del país.
No parece casual que el pistoletazo de salida de la algarada socialista -la dimisión orquestada de 17 miembros de la ejecutiva con el fin de provocar su disolución y el nombramiento de una gestora- lo haya dado Felipe González desde Chile, con unas duras y extemporáneas declaraciones en las que acusaba a Sánchez de mentir porque le dijo que el partido socialista se abstendría en la segunda votación de investidura de Rajoy para permitir que gobernara el líder popular. Con independencia de que aquella abstención había sido mandatada por el comité federal del PSOE de diciembre, una manifestación tan poco amistosa y lanzada desde tan lejos no se puede deber al simple azar. De hecho, poco después la presidenta de Andalucía declaraba aparatosamente su disposición a situarse donde quiera el partido, en clara referencia a su disponibilidad para sustituir a Sánchez en cualquier momento en la secretaría general.
Ferraz ha respondido a las dimisiones esgrimiendo los estatutos: a su juicio, y según las normas, la ejecutiva ha de convocar una reunión del comité federal –ya está convocado para el sábado- que a su vez habrá de convocar un congreso que resuelva la crisis, con un nuevo secretario general elegido en primarias. Es probable que se abra una batalla jurídica, que no haría más que enmarañar aún más las cosas y acabar de deteriorar a un partido ya gravemente fracturado.
Es probable que se abra una batalla jurídica, que no haría más que enmarañar aún más las cosas y acabar de deteriorar a un partido ya gravemente fracturado
El pasado lunes, la ejecutiva anunció, como se recordará, tanto la convocatoria del comité federal como del congreso ordinario, así como la intención de Sánchez de mantener conversaciones con Podemos y Ciudadanos para intentar un improbable gobierno alternativo. Tal planteamiento sugería que el desenlace más probable del proceso sería la convocatoria de unas nuevas elecciones generales, ya que el congreso y la apelación a la militancia –el secretario general debía ser designado de nuevo en primarias- excluía definitivamente la hipótesis de la abstención del PSOE en una nueva investidura de Rajoy.
De hecho, Sánchez ya había insinuado que su cerrada negativa a apoyar a un gobierno del PP coincidía con la opinión de la militancia, razón por la cual los barones partidario de semejante fórmula de gobierno –que dejaría al PSOE en la oposición, aunque en condiciones de influir poderosamente en el nuevo gobierno- querían evitar tal consulta a las bases. Además, la celebración de un congreso en estos momentos molestaría sin duda a la opinión pública, ya que en la actual coyuntura los partidos deberían estar centrados en la gobernabilidad y no en sus propios problemas internos.
Lo cierto es que el choque de trenes se ha producido. Que el secretario de Organización, Cesar Luena, ha insinuado que este golpe de mano podría ser fruto de una conspiración en la que se habrían implicado no sólo políticos socialistas sino otros actores de la vida pública. Y que el PSOE está en vías de ingresar en una crisis irrecuperable. Sería deseable que, por o menos, los movimientos que se produzcan sean cuidadosos con las reglas de juego –los estatutos- y que se mantengan con la mayor transparencia a la vista de todos para evitar torcidas interpretaciones.
En cualquier caso, la ruina del que fue uno de los dos partidos vertebrales del sistema político es una pésima noticia que empobrece al país.