• La desautorización orquestada de Sánchez irritó a mucha gente y puso en guardia a la gente más razonable del aparato del PSOE
  • Fernández fue embaucado por los otros con la idea de que fuese él el relevo de Sánchez
  • Felipe González, que mantiene últimamente contactos muy frecuentes con Sánchez, ha actuado de pacificador
pedro sanchez

En el seno del PSOE ha tenido lugar una pertinaz ‘caza del hombre’ –de Pedro Sánchez, en concreto-, muy difícil de justificar e imposible de explicar, que comenzó antes de las elecciones del 20D con abundantes presiones de los principales barones territoriales sobre el candidato socialista, y con actuaciones que han bordeado la guerra sucia; en buena parte, estas actuaciones deleznables han trascendido a los medios.

Mientras el secretario general del PSOE, elegido limpiamente en primarias abiertas, trataba de reconstruir el partido y de recuperar en parte la credibilidad perdida por antiguos errores que no le eran imputables, algunos líderes regionales, más o menos organizados, segaban la hierba bajo sus pies, impulsaban encuestas falseadas que situaban al PSOE en el listón de los 70 escaños e incluso llegaron a intentar introducir banderas republicanas en sus mítines para denunciar después no se sabe bien qué radicalización. Por supuesto, el equipo de Sánchez ha tenido muy pocas ayudas territoriales en la maratoniana campaña del 20D. Y es conocida la labor de zapa de cierto sector de raíces catalanas en el panorama televisivo. Algún candidato derrotado a la secretaría general entró también en ese juego.

En el seno del PSOE ha tenido lugar una pertinaz ‘caza del hombre’ –de Pedro Sánchez, en concreto-, muy difícil de justificar e imposible de explicar

Las presiones arreciaron en torno al debate televisado con Rajoy: Sánchez fue advertido por esos sectores recalcitrantes de que no debía romper puentes con el presidente del PP por si era necesario colaborar con él en el futuro, e incluso llegaron a intentar convencer al moderador de la conveniencia de frenar a tiempo cualquier exceso. Evidentemente, el candidato socialista no se plegó a tales voluntades, mostró firmeza e independencia y adoptó una actitud congruente con el tono de la legislatura que estaba concluyendo. Por supuesto, el moderador, gran profesional, desistió pronto de cualquier injerencia.

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JAVIER FERNÁNDEZ FUE EMBAUCADO

A muchos sorprendió que el presidente asturiano, Javier Fernández, realizara declaraciones estridentes en el sentido apuntado y adoptara actitudes coincidentes con las de otros barones como Susana Díaz, Ximo Puig, García Page –siempre vinculado estrechamente a Bono- o Guillermo Fernández Vara; después se ha sabido que Fernández fue embaucado por los otros con la idea de que fuese él el relevo de Sánchez. Fernández se desmarcó sin embargo a a tiempo de aquella trampa.

Fernández fue embaucado por los otros con la idea de que fuese él el relevo de Sánchez. Fernández se desmarcó sin embargo a a tiempo de aquella trampa

Los resultados electorales del PSOE fueron malos pero no desastrosos, y Sánchez logró mantener la segunda posición, tras un PP igualmente devaluado. Sin embargo, los mismos barones que habían jugado a la contra durante la campaña se lanzaron en tromba sobre Sánchez para intentar descabalgarlo del liderazgo antes de una hipotética repetición de las elecciones. Aquella desautorización orquestada, tras la que se intuían pequeñas ambiciones personales poco confesables, irritó a mucha gente y puso en guardia a la gente más razonable del aparato o de la historia del PSOE. El comité federal no mostró el entusiasmo que esperaban los críticos ante esta maniobra, y Sánchez ha terminado imponiéndose e imponiendo su criterio de momento. Diversos medios y numerosas voces han criticado con dureza la ambición desenfrenada de Susana Díaz, capaz de amenazar la estabilidad de su propio partido con tal de quemar etapas hacia el liderazgo.

Pero no han cesado las conspiraciones: el miércoles de la semana pasada, se produjeron contactos entre los conspiradores del PSOE y los del Partido Popular (un grupo de políticos conservadores de peso en los que destaca algún antiguo prohombre de UCD) que pretenderían una gran coalición PP-PSOE sin Sánchez ni Rajoy, comandada por un personaje de indiscutible prestigio. Se estudió una terna de nombres, el de Javier Solana en primer lugar. El segundo que se consideró fue el del exministro de González, Julián García Vargas. Ninguno de los tres había sido consultado ni ha tomado parte en la conspiración.

Ante el desaguisado, Felipe González, que mantiene últimamente contactos muy frecuentes con Sánchez, ha actuado de pacificador, aunque sin tomar claramente partido. Le ha aconsejado escuchar con respeto a los barones aunque no necesariamente hacerles caso. También le ha recomendado buscar la interlocución con Bruselas para ganarse la confianza de la Comisión. La realidad es que Javier Fernández ha abandonado esa estrategia disolvente; que Ximo Puig se ha moderado, probablemente amonestado por Mónica Oltra, de Compromís, que exige seriedad en el pacto valenciano; Susana Díaz, consciente de que se había pasado de frenada, prefiere ahora la discreción. Otros conspiradores, puestos en el disparadero, han perdido el equilibrio y se han apartado rápidamente del foco.

Sánchez tiene ahora las manos más libres para jugar su propia estrategia, pero es inquietante que el segundo partido del país, el que ha llevado más tiempo sobre los hombros del peso del Estado en esta ya larga etapa democrática, sea una jaula de grillos, en la que pululan personajes que tienen que demostrarlo todo todavía y que confunden la democracia leal con las conspiraciones de barbería.

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