• Si el PSOE se abstuviese al mismo tiempo que Ciudadanos, se produciría la investidura de Rajoy pero estaríamos muy lejos de disponer de un gobierno estable
  • Rajoy debía haber empezado a seducir en este primer encuentro al líder de Ciudadanos con propuestas concretas tomadas de programa electoral de esta organización
rajoy rivera congreso

La entrevista que han mantenido Rajoy y Rivera ha servido, al parecer, para que Ciudadanos ofrezca su abstención a la investidura de Rajoy. El líder de la organización centrista, que vulnera así una promesa electoral (lo cual no es necesariamente reprobable en estos tiempos en que la flexibilidad es una virtud), ha descartado el voto afirmativo o la participación en un hipotético gobierno presidido por Rajoy, y hace de la abstención el punto de equilibrio entre quienes, desde su entorno, le piden que facilite la gobernabilidad –entre ellos, buena parte de los fundadores de Ciudadanos como movimiento sociopolítico- y quienes le reclaman exigencia y rigor frente a la vieja política.

Si el PSOE se abstuviese al mismo tiempo que Ciudadanos, se produciría la investidura de Rajoy pero estaríamos muy lejos de disponer de un gobierno estable

En estas circunstancias, la pelota está en el tejado del PSOE, pero sólo relativamente: la tesis que mantienen los socialistas de que existe en la Cámara Baja una mayoría conservadora de 182 diputados, por lo que de lo que se trata es de que se forme un gobierno de ese signo, resulta inobjetable. De cualquier modo, si el PSOE se abstuviese al mismo tiempo que Ciudadanos, se produciría la investidura de Rajoy pero estaríamos muy lejos de disponer de un gobierno estable.

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En efecto, resulta una pretensión vana la de gobernar con apenas 137 votos. Si se piensa que, fundamentalmente, gobernar es legislar, parece claro que el Gobierno tendría en estas condiciones grandes dificultades no sólo para sacar año a año los presupuestos del Estado sino también el día a día de la política.

Lo lógico sería, en definitiva, que el PP intentara a toda costa ampliar su apoyo parlamentario, empezando, como parece lógico, no por el PSOE, que es su antagonista natural, sino por Ciudadanos, que es la formación contigua que participa de los postulados clásicos del centro-derecha y que se ha nutrido electoralmente, siquiera en parte, de la misma clientela popular. En otras palabras, Rajoy debía haber empezado a seducir en este primer encuentro al líder de Ciudadanos con propuestas concretas tomadas de programa electoral de esta organización, con la conciencia de que la gobernación del país ya no podrá ser unidireccional sino una combinación de vectores.

Lo deseable, en fin, sería que Rajoy llegase a la investidura con el apoyo de al menos 169 escaños, o mejor de 174 si lograse añadir los cinco del PNV y el de Coalición Canaria. En estas circunstancias, el PSOE no podría negarse a facilitar la gobernabilidad. Y el país podría tener cierta seguridad de que estaríamos en puertas de una legislatura estable y sin sobresaltos.

Antonio Papell

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