- Rivera ha manifestado su deseo de virar el partido hacia una posición inequívocamente liberal
- En la izquierda, en el PSOE y Unidos Podemos, las reuniones congresuales previstas son más complejas y borrosas
Una vez en marcha la legislatura, que ofrece novedades que no tienen precedentes en toda la etapa democrática, las cuatro grandes formaciones en las que descansa el proceso político que se desarrollará a lo largo del cuatrienio han optado por celebrar sus respectivos congresos, un ejercicio introspectivo de democracia interna (al menos en teoría) que debería servir para aclarar ideas, perfilar los programas, avanzar propuestas, incrementar la transparencia, etc. De hecho, tras las dos recientes elecciones —el 20D de 2015 y el 26J de 2016— que nos han traído hasta aquí, y luego de un dilatado periodo de reflexión, negociaciones interminables y especulaciones sin cuento, las cuatro organizaciones han iniciado procesos introspectivos que deberían mejorar la calidad democrática del régimen, dicho sea con el debido escepticismo.
En primer lugar, los próximo días 4 y 5 de febrero, Ciudadanos celebrará su congreso. El PP llevará a cabo un cónclave general, su 18º Congreso, los días 10, 11 y 12 del mismo mes, y Unidos Podemos, que ha querido coincidir en el tiempo con la formación de Rajoy, reunirá su Asamblea Ciudadana Estatal, su “Vistalegre 2”, también el 11 y el 12 de febrero. La gestora del PSOE, por su parte, ha anunciado asimismo que el próximo Congreso tendrá lugar “antes del verano”, y ya dentro de pocos días el Comité Federal fijará la fecha concreta. De momento, los conspiradores toman ya posiciones, y portavoces del ‘gobierno provisional’ –Eduardo Madina y Guillermo Fernández Vara— han manifestado que en su opinión lo bueno sería que sólo hubiera un candidato a la secretaría general.
La situación de las cuatro grandes formaciones es muy dispar, pero en todos los casos se trata de efectuar una composición de lugar tras el arranque de la legislatura y de marcar los nuevos rumbos después de una etapa de fuerte inestabilidad política que ha durado casi un año y que se consumó con la formación de un nuevo gobierno en minoría. En este marco, el PP, que lleva cinco años sin celebrar su congreso, pretende llevar a cabo una discreta modernización interna que cierre un periodo en que el ejercicio del poder, que desempeña desde finales de 2011, ha debido bregar con la resolución de muchos y graves episodios de corrupción interna, casi todos en vía judicial actualmente. Rajoy, siempre atrincherado en su reconocida previsibilidad, no hará cambios significativos, aunque se esperan algunas modificaciones del sistema de elección interna de líderes –la célebre doble vuelta-, lejos de las incontrolables primarias. Tampoco se implantará una limitación de mandatos, que realmente no es propia de los sistemas parlamentarios sino típica del presidencialismo… De cualquier modo, Rajoy es el líder indiscutible, se ha convertido en una referencia del Sur de Europa –después de Merkel, no hay otro gobernante más sólido en el núcleo duro europeo- y así será reconocido por sus conmilitones en el congreso, en que será más importante transmitir sensaciones que experimentar cambios.
La situación de las cuatro grandes formaciones es muy dispar, pero en todos los casos se trata de efectuar una composición de lugar tras el arranque de la legislatura
Ciudadanos, que posibilitó mediante un pacto de investidura con el PP la actual fórmula de gobernabilidad, prepara su cónclave con discreción, y ha manifestado que espera que en la reunión la militancia defina el partido que quiere; su posición es en la actualidad magnífica ya que, después de una dilatada travesía en el desierto desde su fundación, hoy puede exhibir 1.700 cargos electos, con 32 diputados en el Congreso, 95 parlamentarios autonómicos y dos eurodiputados… Recientemente, Albert Rivera, también líder indiscutible de la organización, ha manifestado su deseo de virar el partido hacia una posición inequívocamente liberal, abandonando –al menos nominalmente- la cercanía socialdemócrata. El paso es relativamente arriesgado porque cierra el portillo de comunicación que comunicaba C’s con el PSOE.
En la izquierda –en el PSOE y Unidos Podemos—, las reuniones congresuales previstas son más complejas y borrosas, porque está menos claro el perímetro ideológico en que las dos formaciones deberán desenvolverse y porque ambas organizaciones se encuentran sumergidas en sendos procesos de definición y debate interno, en línea con lo que les sucede también a las izquierdas europeas.
El PSOE, actualmente en manos de una gestora, debería consolidar su condición de alternativa del Partido Popular, aunque la intensidad de esta definición, que es lo importante, está por decidir. El surgimiento de los partidos populistas obliga a los partidos tradicionales a mantener alguna fórmula de cooperación entre sí; en Francia, sin ir más lejos, ya se da por cierto que si se confirman los presagios de que pasarán a la segunda vuelta de las presidenciales (y quién sabe si de las legislativas de poco después) la derecha de Fillon y la extrema derecha de Le Pen, la izquierda democrática no tendrá más remedio que alinearse con el centro-derecha. En nuestro país, la fractura del PSOE se ha debido a discrepancias en esta materia: la dirección defenestrada se negaba a facilitar la gobernabilidad a la derecha, en tanto el sector que ha tomado el poder es más proclive a ello y ha proporcionado a Rajoy la abstención parlamentaria que necesitaba para su investidura. De ahí que la izquierda, presionada además por la ortodoxia neoliberal de Bruselas, tenga dificultades para emitir programas y hacer definiciones.
Parecido problema tendrá Podemos, que llega a su decisivo congreso dividido en torno a las dos sensibilidades que compiten por el liderazgo: el radicalismo de Iglesias, enemigo de aliarse con el PSOE y promotor del pacto con Izquierda Unida que ha dado lugar a Unidos Podemos, choca con el posibilismo de Errejón, partidario de que la organización aspire a un desarrollo transversal capaz de conseguir la mayoría en las instituciones…
PP y Ciudadanos deberán, en definitiva, actualizarse para mantener/conseguir el poder. Las formaciones de izquierdas no tendrán en cambio más remedio que impulsar/mantener sus procesos deliberativos para encontrar las vías que les devuelvan el protagonismo perdido y les brinden nuevas oportunidades.
Antonio Papell