• El PSOE, dirigido ahora por una gestora, puede cambiar de opinión y optar por la abstención para evitar elecciones
  • "El Partido Socialista se ha sometido a un desgarro sin precedentes, el más grave de toda la etapa democrática"
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Todo indica que estamos en puertas de un nuevo gobierno encabezado por Rajoy, quien conseguiría la investidura a finales de este mes, justo en el límite del plazo de dos meses que la Constitución concede para alcanzar la gobernabilidad tras la primera votación de investidura de un proceso fallido.

Esto dijo el PSOE tras el 20D: "Votaremos en contra de la investidura de Rajoy y de un nuevo Gobierno del PP porque ese es el mandato de nuestros votantes"

La primera investidura de Rajoy fracasó, como se sabe, por 170 votos a favor y 180 en contra, y hasta el momento la formación conservadora no ha conseguido sumar más apoyos. El intento de conquistar el respaldo de los cinco diputados del PNV no dio frutos y de las restantes fuerzas sólo el PSOE podría proporcionar el respaldo necesario. Algo que no ha ocurrido hasta ahora.

Pero, inesperadamente, este asunto ha provocado la implosión del PSOE. El comité federal, máximo órgano entre congresos, decidió el 28 de diciembre de 2015, días después de las elecciones generales del 20 de aquel mes, que el PSOE no apoyaría al PP. El texto literal de la resolución política es éste: “El PSOE votará en contra de la investidura de Rajoy y de un nuevo Gobierno del PP. Porque ese es el mandato de nuestros votantes y de la mayoría de los españoles. Votar en contra del PP y de Rajoy es votar a favor del cambio que expresaron la mayoría de españoles el pasado 20 de diciembre”.

Esta ha sido la posición del secretario general Pedro Sánchez hasta su defenestración literal en le tormentoso comité federal del pasado 1 de octubre. Felipe González, sin duda sensible a intereses económicos e internacionales preocupados con el desgobierno español, dio el pistoletazo de salida de aquella cacería con unas brutales declaraciones en las que acusó a Sánchez de mendacidad por haberle prometido supuestamente cambiar de opinión con respecto a la investidura de Rajoy. La afirmación es sencillamente inverosímil puesto que la negativa a la investidura venía dictada, como se ha visto, por un órgano superior a la secretaría general, por lo que en cualquier caso ese cambio de postura debía ser establecida por el comité federal. Sea como sea, un grupo de barones -líderes territoriales- descontentos con Sánchez y capitaneados por Susana Díaz dieron el golpe de mano e impusieron una gestora… que ahora debe producir el viraje, algo que tropieza sin duda con la voluntad de la militancia, que ya se está movilizando, de una gran parte de la 'intelligentzia' de izquierdas de este país y con un sector muy nutrido del electorado.

El PSOE se equivocó -ahora se ve con perspectiva- al descartar con tanta rotundidad y por unanimidad el 28 de diciembre cualquier fórmula de colaboración con el PP porque ya era entonces evidente que cerrando aquella puerta se estaba en realidad impidiendo la gobernabilidad sine die. Pero la responsabilidad de aquella obstinación no puede atribuirse solo al secretario general: la propia Susana Díaz fue muy enfática al recurrir a la demagogia para defender aquella posición. Y, por supuesto, los barones más críticos con Sánchez por su ‘radicalismo’, Lambán y Page, que gobiernan en sus respectivas comunidades gracias a la gentileza de Podemos, tampoco disintieron del cierre general de filas.

El PSOE se ha sometido a un desgarro sin precedentes, el más grave de toda la etapa democrática, por el que deberá pagar un altísimo precio

Sea como sea, el PSOE se ha sometido a un desgarro sin precedentes, el más grave de toda la etapa democrática (aunque no de su larga vida de 137 años), por el que sin duda deberá pagar un altísimo precio en términos de peso y prestigio futuros. Pero mientras tanto, su posición oficial es ridículamente absurda y no le ofrece apenas margen de maniobra: por una parte, el golpe de mano se dio para facilitar la gobernabilidad y respaldar un gobierno de Rajoy en minoría, por lo que no tendría sentido que ahora se acordara otra cosa. Y, por otra parte, la gestora no puede permitirse ir a unas terceras elecciones generales porque para concurrir a ellas debería celebrar por imperativo estatutario unas elecciones primarias… que ganaría con toda probabilidad Pedro Sánchez.

Estas evidencias, además de alguna confirmación personal y directa de los principales protagonistas del sainete, son las que han persuadido al jefe del Estado de la pertinencia de celebrar la preceptiva ronda de consultas del art. 99 CE los días 24 y 25 de octubre para promover una hipotética sesión de investidura. Con anterioridad, el domingo día 23, el PSOE habrá celebrado su comité federal en el que es de suponer que la gestora conseguirá el aval institucional para facilitar a Rajoy la mayoría relativa que necesita, que se conseguiría con solo once abstenciones.

Si se cumplen estas previsiones, el pleno de investidura se celebraría el 27, jueves, o el 28, viernes, y la segunda votación en la que el candidato ya sólo precisa mayoría relativa podría celebrarse el día 30, domingo, o el lunes, 31. El plazo marcado constitucionalmente entre ambas votaciones es de cuarenta y ocho horas pero ya existe un precedente de un plazo algo mayor: el aplazamiento de un día que tuvo lugar al producirse los acontecimientos del golpe de estado del 23F de 1981 durante la investidura de Calvo Sotelo.

Si se cumple este guión, Rajoy sería presidente del Gobierno el último día del mes de octubre, al borde del límite establecido

En resumidas cuentas, si se cumple este guión, Rajoy sería presidente del Gobierno el último día del mes de octubre, al borde del límite establecido. Habrían transcurrido más de diez meses de interinidad, pero finalmente el sistema habría sido capaz de restaurar la normalidad. Lo lógico, en cualquier caso, sería proceder en la legislatura que va a comenzar a la reforma constitucional necesaria para evitar estos periodos de interinidad mediante algún procedimiento paccionado entre una gran mayoría parlamentaria. El método vasco, en el que en la votación de investidura del lehendakari no se puede votar que no (tan sólo sí o abstenerse) y resulta investido quien más síes obtenga, podría ser un ejemplo digno de atención.

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