- Un repunte desordenado del rendimiento de los bonos desatará una crisis financiera
- La reacción del mercado complica los planes de los bancos centrales
La bomba está cebada. Como nunca. Porque jamás ha habido más deuda que ahora, consecuencia de las expansivas políticas monetarias con las que los bancos centrales han combatido la crisis. Faltaba algo o alguien que activara el contador que la puede hacer explotar. Y la victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos amenaza con ser ese detonante.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) lo expuso bien claro en el monitor fiscal que difundió en octubre: el mundo navega sobre un océano de deuda de 152 billones de dólares -unos 139,5 billones de euros-, equivalentes al 225% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial. Nunca ha habido tanta, de ahí que el organismo multilateral emplazara a "usarla sabiamente". Porque es consciente de la que se le vendrá al mundo encima en caso contrario: un auténtico 'armageddon' financiero.
O un apocalipsis financiero, como previno el economista jefe de Arcano, Ignacio de la Torre, en un informe, también con ribetes proféticos en este momento, presentado igualmente en octubre. "Nos encontramos ante la mayor burbuja de bonos soberanos de la Historia", diagnosticaba. Y describía crudeza lo que podría ocurrir con su estallido: "Una corrección no sólo provocaría intensas pérdidas entre muchos inversores, entre ellos algunos sistémicos como aseguradoras y bancos, sino que presentaría enormes consecuencias negativas en la valoración del resto de los activos (bonos corporativos, bolsas y activos reales)".
El mercado ha 'comprado' que Trump fabricará inflación y más déficit; y, en consecuencia, se ha lanzado a vender bonos
Para La Torre, una vez asumida la existencia de esa burbuja, mezcla de deuda vieja -la que aún viene de antes de la crisis- y de deuda nueva -la surgida en los últimos años al calor de las expansivas políticas monetaria de los bancos centrales-, de lo que se trata es de saber qué pasará con ella. Y sólo caben dos opciones: un ajuste gradual de los precios... o un estallido abrupto.
...Y LLEGARON LAS VENTAS
Hasta ahora, todo indicaba que la balanza se iba en inclinar en un sentido u otro en función del acierto con el que los bancos centrales desmantelaran las expansivas medidas aplicadas durante la crisis. Al fin y al cabo, si ellos han cebado la bomba, con los incentivos de los tipos de interés más bajos de la historia, la abundante liquidez que han volcado en el sistema y sus billonarias compras de deuda en el mercado, también deben ser ellos los artificieros. Si los banqueros centrales lo hacían bien, sin sustos, de manera gradual y preparando al mercado, crecerían sus opciones de éxito. Si se equivocaban, la bomba estallaría.
Pero desde el martes se ha colado en la fiesta de la deuda un 'invitado' inesperado. El nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Tras el desconcierto inicial, los inversores no han tenido dudas: con la llegada de Trump es momento de vender bonos. Y así lo han hecho, con el consiguiente repunte de los rendimientos, que suben cuando el precio de los títulos baja. En el caso del bono estadounidense a 10 años, su rentabilidad ha saltado del 1,85% al 2,15%, el nivel más alto desde enero. Lo onda expansiva ha alcanzado igualmente a Europa, donde la rentabilidad del 'bund' alemán ha dejado atrás los niveles negativos para escalar hasta el 0,30%, algo que no se veía desde marzo, y donde la del bono español ha subido hasta el 1,50%, la cota más alta desde la ola de pánico que el Brexit provocó en junio.
"La brújula más clara en estos momentos en el mercado es la renta fija. Es el único activo que ha mostrado un comportamiento inequívoco desde que el triunfo de Trump estuvo claro", subraya el analista financiero Juan Ignacio Crespo. Y argumenta: "Ha interpretado la situación a la perfección. Entiende que los estímulos en infraestructuras y las bajadas de impuestos prometidos por Trump incrementarán el déficit público, al menos en lo que respecta al corto plazo. Combinando este escenario con la subida de la inflación derivada del proteccionismo y el encarecimiento de las materias primas, la consecuencia no es otra que lanzarse a vender los bonos estadounidenses". Esta secuencia incluso ya ha sido bautizada por el diario británico 'Financial Times' como 'Trumpflation'.
"EL DETONANTE DE ALGO SERIO"
Esta reacción incrementa el riesgo de que la detonación de la bomba de la deuda no sea gradual, sino abrupta. "Es el comienzo de algo más y el detonante de algo serio", avisa Crespo. Henry Kaufman, antiguo economista jefe de Salomon Brothers que se ganó el sobrenombre de 'Dr. Doom' (Doctor Catástrofe) por sus pesimistas previsiones y que previó con acierto el trastazo que la deuda pública sufrió en la también convulsa década de los 70, coincide en el cambio de escenario propiciada por el triunfo de Trump. En su opinión, representa "un movimiento tectónico" en la economía mundial, declaró al Financial Times. "Diría que la tendencia secular de los tipos de interés a largo plazo va a ser ahora al alza", añadió.
O lo que es lo mismo, la irrupción de Trump amenaza con prender la mecha de un problema que no ha provocado él, el de la inmensa deuda estimulada estos años por los bancos centrales y su promesa de una normalización tranquila, pero que sí puede deflagrar su llegada. Porque en caso de que los tramos largos de la curva de rentabilidades de la deuda soberana sigan subiendo, los problemas se propagarán por todos los activos y por todo el mundo.
El efecto dominó de un repunte masivo y rápido de la rentabilidad de los activos libres de riesgo sería imparable. Afectaría a la deuda corporativa, las acciones, los activos inmobiliarios y las divisas. Habría que recalcularlo todo; con súbitos ajustes a la baja en los precios
El efecto dominó será imparable. Si a los países les sale más caro endeudarse, algunos de ellos verán cómo retornan las dudas sobre su solvencia y contemplarán cómo a las empresas y a los hogares de esos países también les saldrá más caro endeudarse o refinanciar sus compromisos financieros, sin olvidar eso de que en el mundo hay más deuda que nunca; si la rentabilidad de los activos libres de riesgo -que es como se conoce también a la deuda soberana-, los inversores recalibrarán a su vez todas sus métricas y exigirán más rentabilidad a la deuda corporativa -de nuevo, más costes de financiación-, a las acciones de las compañías cotizadas y a los activos inmobiliarios; si la deuda estadounidense se vuelve más rentable y más atractiva, y más aún en un entorno de incertidumbre económica y tentaciones proteccionistas, el dinero saldrá de los mercados emergentes en busca de esas nuevas mayores rentabilidades de los mercados más desarrollados, con la consiguiente presión bajista sobre sus divisas, cuya caída complicará que las empresas nacionales puedan pagar la deuda contraída en dólares; si la rentabilidad de los bonos soberanos sube se debe a que su precio baja, con lo que los inversores que los posean, entre los que sobresalen los bancos, las aseguradoras e inversores institucionales como los grandes fondos de pensiones, sufrirán las correspondientes pérdidas en sus carteras, con el correspondiente riesgo de que alguno protagonice un nuevo 'accidente' financiero... En resumen, que al margen del espejismo de que el Dow Jones haya alcanzado nuevos máximos históricos tras la victoria de Trump, lo cierto es que los movimientos de las últimas tres sesiones en los mercados financieros internacionales tienen mucho más peligro de lo que parece.
Mientras tanto, los bancos centrales ven comprometidas sus estrategias. Si ya tenían difícil salir con éxito del laberinto monetario en el que ellos mismos se han metido en últimos años, en caso de que esa sacudida siga adelante tendrán que revisar sus planes. Por ahora, el repunte de los rendimientos alivia uno de los efectos más problemáticos de sus políticas, el de los tipos negativos, puesto que en la última semana hasta un billón de dólares en bonos ha vuelto a terreno positivo, pero en caso de prolongarse les enfrentará a nuevos desafíos. Porque pueden quedarse muy por detrás del mercado y, por tanto, tener que actuar a remolque de los acontecimientos. Con el consiguiente riesgo de equivocarse por llegar tarde o de precipitarse por querer recuperar la iniciativa.
Toda esta maquinaria es la que se ha puesto en marcha en apenas unas horas tras la victoria de Trump. Por ahora, no pasa de ser un anticipo de lo que puede llegar a ser. Todo dependerá de las políticas y las medidas que Trump termine aplicando realmente. Ahí se verá realmente si el mercado de renta fija ha acertado de pleno. O se ha precipitado. Por ahora, el contador ya está corriendo en un mundo cebado de deuda.