Italia es sin duda el gran asunto que mueve los mercados estos días porque el riesgo que implica es enorme (ayer anuló el efecto positivo de las elecciones en Brasil). Pero el mal comportamiento del mercado español no se explica solo por eso. Los profesionales del mercado coinciden en que el ruido político que tenemos en España también mantiene al margen al gran dinero internacional a la espera de que la situación se aclare. No hay una huida, pero tampoco se acometen grandes inversiones, y así es imposible subir.
No nos engañemos, las grandes masas de dinero que mueven los mercados son manejadas por unos pocos grandes gestores (fondos, 'hedge funds', bancos de inversión, planes de pensiones, fondos soberanos) que deciden entre ponerlo en unos u otros países y sectores. Si un país que era seguro de repente pasa al estatus de "problemático", lo ponen en cuarentena. Y aunque no saquen el dinero que ya han metido de golpe, de momento congelan nuevas inversiones (si la cosa se pone fea de verdad, huyen a toda prisa). Eso es exactamente lo que ha pasado con España.
"Tenemos un montón de ruido político. El Gobierno tiene como apoyo a Podemos, quiere subir impuestos en plena desaceleración, cada día dice una cosa nueva y, encima, sigue sin solucionarse el tema catalán. Todo el mundo apuesta por unas elecciones en pocos meses pero no está nada claro qué va a salir e incluso puede que estos tengan más apoyos todavía", resume el escenario un banquero privado. "En esta tesitura, ¿quién querría invertir en España?", concluye.
Salvo en el momento álgido de la crisis catalana, a los grandes inversores internacionales no les preocupaba esa comunidad, sino Podemos. Preguntaban recurrentemente en todas las comparecencias de políticos y empresarios españoles por la posibilidad de que el partido populista llegara al poder, posibilidad que se negaba sistemáticamente... y que ha acabado ocurriendo con su apoyo al Gobierno actual. Es lógico que se hayan encendido las alarmas.
Pero el consenso coincide en que lo peor es la falta de definición de la política económica y los constantes anuncios y desmentidos: "Un día dicen que van a cumplir con Bruselas y al siguiente que hay que subir el gasto y las pensiones. Un día hay impuesto a la banca, al siguiente lo retiran, al otro ponen la tasa Tobin... Lo mismo pasa con los combustibles, con las rentas altas, con las sicav. El resultado es que nadie se fía de nosotros", sentencia un gestor español.
EL GOBIERNO TRATA DE REACCIONAR
A este ruido se suma la creciente evidencia de que la economía se está desacelerando a marchas forzadas, algo que ayer mismo constató la OCDE. De hecho, extraoficialmente las firmas de análisis manejan cifras para 2019 muy inferiores al 2,6% que se espera que crezca el PIB este año.
El Gobierno es consciente de ello y, por eso, hizo que compareciera la ministra Nadia Calviño el pasado viernes tras el Consejo de Ministros. Intentó tranquilizar a los mercados asegurando que el crecimiento de la economía española es "robusto" sobre la base de una batería de indicadores. Pero al final sembró la duda: "Si transmitimos una sensación negativa, eso puede incidir en las decisiones de las personas", advirtió. Lo cual suponía reconocer de facto la fragilidad de la situación.
Con este panorama, que se completa con la práctica imposibilidad de aprobar un presupuesto para el próximo año, no es de extrañar que el Ibex 35 esté prácticamente en mínimos del año, con importantes caídas acumuladas para la banca y empresas que son franquicia de España como Telefónica. "Lo mejor que podía pasar es que se convoquen elecciones ya. Bastante tienen ya la UE y los inversores con lidiar con Italia, como para que España se convierta en otro problema", apostilla otra fuente del mercado.