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Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal (Fed).Alberto Sánchez.

Ya lo dijo Jerome Powell hace unos días en el Senado de Estados Unidos. Puede que sea el momento de que la Reserva Federal (Fed), organismo que preside, acelere el ‘tapering’. La causa no es otra que el “fortalecimiento” de la economía (y la elevadísima tasa de inflación). Ante esta situación, la propuesta del banquero central, que se discutirá en el próximo Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) del 14 y 15 de diciembre, abre la puerta también a un adelanto de las subidas de los tipos.

"La necesidad (de estímulos) ha disminuido claramente a medida que la economía ha continuado fortaleciéndose, ya que hemos visto presiones inflacionarias significativas y por eso anunciamos que reduciríamos el programa, y por eso ahora decimos que vamos a discutir una reducción algo más rápida en nuestra próxima reunión", dijo ante los políticos hace unos días.

Los inversores esperan la decisión del organismo americano con cierto recelo, dadas las consecuencias negativas de una subida muy temprana de los tipos en el mercado y en el crecimiento, ya que podrían torcer la recuperación económica.

“La mayor preocupación del FOMC por la amenaza de una inflación persistentemente elevada abre la puerta a subidas de tipos más rápidas de lo previsto que podrían constituir un error de política monetaria”, advierten desde Oxford Economics. Es por ello que sus expertos han puesto el ojo en esta posibilidad, analizando los posibles impactos de tres subidas de tipos en 2022.

La variante Ómicron del coronavirus podría representar una amenaza alcista para la inflación, amplificando las limitaciones en los mercados de trabajo y de productos, un extremo que, según estos analistas, por el momento no se plantea la Fed, que ha tomado una posición más agresiva al respecto.

“Basándonos en nuestra opinión de que la inflación se moderará notablemente tras alcanzar su máximo en el segundo trimestre de 2022, el máximo empleo no se alcanzará hasta finales de 2022 y los posibles riesgos a la baja para la actividad derivados de Ómicron, seguimos viendo que la Fed esperará hasta septiembre de 2022 antes de subir los tipos”, sentencian desde Oxford Economics.

Al mismo tiempo, admiten la “incomodidad” entre los funcionarios de la Fed con los riesgos al alza de los precios, de ahí el giro dado por Powell. Aunque sostienen que “el endurecimiento de la política no contribuiría a resolver los problemas actuales de oferta. El nuevo marco del Objetivo de Inflación Media Flexible (FAIT, por sus siglas en inglés) de la Fed se pondrá a prueba en medio de una dinámica de inflación caliente y pegajosa”. Por ello, no descartan el riesgo de un “error de política”.

“Dada la actual política acomodaticia, el impacto directo de una reducción acelerada del programa de compras de activos y una subida de 75 puntos básicos del tipo de interés de los fondos federales sólo tendría un efecto moderado y retardado sobre el coste del crédito y la actividad económica a medida que la política se acerque a un tipo neutral”, dicen desde la entidad.

Sin embargo, desencadenaría una aversión al riesgo en los mercados financieros y un endurecimiento de las condiciones financiera, según Oxford Economics, con un “aumento de la volatilidad en la renta fija y variable, un descenso de los precios de las acciones, un aumento de los diferenciales de los bonos corporativos y un fortalecimiento del dólar estadounidense”.

Esto, en cifras, se traducirían en un aumento de 11 puntos porcentuales del índice VIX, que mide la volatilidad de la renta variable, un descenso del 14% del S&P 500, una mayor ampliación de los diferenciales de los bonos corporativos, una apreciación del 3% en el dólar, y un aumento de 65 puntos porcentuales en el rendimiento a 10 años en la primera mitad de 2022 que se revertiría en la segunda mitad del año.

“La fuerte contracción de las condiciones financieras ralentizaría el flujo de crédito a las empresas y a los consumidores, obstaculizando la actividad económica”, sostienen. Y añaden que “esto, a su vez, pesaría sobre la confianza de las empresas y los negocios, lo que frenaría aún más el crecimiento económico. En este escenario, la Reserva Federal no endurecerá más su política, ya que las condiciones financieras impiden la necesidad y la posibilidad de nuevas subidas de tipos”.

Los expertos calculan que la economía se ralentizaría hasta alcanzar un crecimiento cercano al 1,5% en tasa anual desestacionalizada en el segundo semestre de 2022, con una congelación de la mejora del mercado laboral, cuya tasa de desempleo se estabilizaría en el 4%; y la inflación se enfriaría a un ritmo del 1% anual, más lento de lo deseado. Todo esto en comparación con la previsión de base de un crecimiento del PIB del 2,7% en la segunda mitad del año, una inflación PCE del 2,3% anual y una tasa de paro del 3,7%.

“La desaceleración inducida por la Fed se produciría justo cuando la economía se estaría moderando por sí misma. De este modo, el endurecimiento aceleraría la desaceleración, que de otro modo sería gradual, e impediría que la economía alcanzara el máximo nivel de empleo”, consiguiendo una inflación por debajo del objetivo del 2%.

Así, señalan la encrucijada crítica en la que se encuentra la Fed al contemplar el cambio de su política acomodaticia. “No se trata sólo de calibrar el nivel del tipo de los fondos federales, sino del impacto adverso y desmesurado que puede tener en las condiciones financieras más amplias”, concluyen estos expertos

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