La última Encuesta de Percepción de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial señala que "el fracaso de la acción climática" es una de las principales amenazas a las que se enfrenta la humanidad a medio y largo plazo. Otros de los riesgos identificados con mayor probabilidad de ocurrir en los próximos diez años son el clima extremo, el daño ambiental humano y la pérdida de biodiversidad. Es decir, cuatro de las cinco principales amenazas están relacionadas con la ‘E’ de los criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo ESG.
En este escenario, los analistas de BofA Securities apuntan que el cambio climático podría costar a Estados Unidos entre 54 y 69 billones de dólares para el año 2100, al tiempo que subrayan la necesidad de evaluar las emisiones basadas en el consumo.
ESPAÑA DESTACA POR SU BUENA PROTECCIÓN DE LA BIODIVERSIDAD
Según sus cálculos, América del Norte, en mercados desarrollados, y Arabia Saudí, en mercados emergentes, tienen las emisiones per cápita más altas. “En promedio, las emisiones per cápita en los mercados desarrollados cayeron entre 1,50 y 1,75 millones de toneladas entre 2010 y 2018, pero aumentaron marginalmente en los mercados emergentes. No obstante, la reducción en los mercados desarrollados se vio parcialmente compensada por mayores importaciones procedentes de los mercados emergentes, que cuentan con una combinación más intensiva en carbono”, explican los citados gestores.
Por su parte, Alemania, Francia, Reino Unido y España ocupan los primeros lugares en protección de la biodiversidad entre los mercados desarrollados, aseguran dichos expertos, mientras que Polonia, Brasil y México encabezan la clasificación entre los países emergentes. Por el contrario, China y Turquía figuran en la parte baja de la tabla.
RELACIÓN ENTRE RIESGO SOBERANO Y BIODIVERSIDAD
Entre las conclusiones de su estudio, BofA resalta que existe una relación entre la prima de riesgo soberana y las emisiones per cápita. “Los países desarrollados que mejoraron su producción y su consumo aminorando sus emisiones tienen, en promedio, unas primas de riesgo soberano más bajas, y viceversa”.
De igual forma, argumentan, “los países emergentes bien situados en la clasificación de la biodiversidad tienen, de media, unos menores diferenciales de riesgo soberano”, apostillan.
ESG: ¿VALOR AÑADIDO O UNA MERA HERRAMIENTA DE MARKETING?
Ahondando en las políticas comprometidas con los criterios ESG y también con la responsabilidad social corporativa, los analistas de Allianz GI se preguntan si añaden valor o son una mera herramienta de promoción.
Y, para responder a esta cuestión, citan, entre otros, un estudio de 2015 de Gunnar Friede, Timo Busch y Alexander Bassen en el que se asevera que, de media, los resultados de las empresas que se rigen por criterios ESG han ido mejorando con el tiempo. “Solo el 10% de las empresas observadas registraron una relación negativa entre las prácticas ESG y la rentabilidad de la inversión; en el 90% de los casos restantes el impacto fue positivo”, remarcan desde Allianz. Por ello, concluyen, “la inversión comprometida con los criterios ESG no debe verse como una herramienta de marketing, sino como un plus para la rentabilidad económica y financiera”.
UN MUNDO DE OPORTUNIDADES
Finalmente, los analistas de Fidelity subrayan las oportunidades derivadas de la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono, especialmente en las compañías de servicios públicos (‘utilities’). Por el contrario, “las empresas energéticas se enfrentan a los mayores riesgos a medida que se los combustibles fósiles van perdiendo protagonismo”, explican.
El sector industrial se presenta, a los ojos de estos gestores, como el área con las perspectivas más halagüeñas derivadas de la transición energética, pero con un nivel de riesgo mayor. “Este sector debería beneficiarse de una mayor demanda de productos, desde equipos para energías renovables y puntos de recarga de vehículos eléctricos hasta maquinaria para electrificación ferroviaria y electrolizadores de hidrógeno”.
Igualmente, señalan otras áreas, como la silvicultura y la construcción, que están aprovechando el creciente interés por los sustitutos del plástico a base de madera.
“Sin embargo -advierten- muchas empresas industriales se enfrentan a los riesgos que plantean la regulación, las alteraciones de la cadena de suministro y los negocios tradicionales. Lo mismo les ocurre a los materiales como el acero y el cemento, que son claves para la transición, pero que deben descarbonizarse por el camino, lo que supone un enorme coste”.
Respecto a las tecnologías de la información, estos expertos destacan que se encuentran “en la mitad del pelotón, pero ahí también están surgiendo oportunidades: el software será aún más esencial para gestionar una red eléctrica alimentada con renovables y baterías, al tiempo que la descarbonización general requerirá un sinfín de nuevas aplicaciones”.
Por su lado, las empresas de consumo discrecional ofrecen, en su opinión, menos oportunidades. “Gran parte del sector sigue en ‘modo supervivencia’ debido a la pandemia y, a menudo, tienen menos razones para pensar en la descarbonización. Las líneas de cruceros y las aerolíneas son excepciones obvias. Ellas también están centradas en mantenerse a flote ante las restricciones a los viajes producidas por el Covid-19, pero no pueden obviar la transición ya que son grandes emisores”.
“Las aerolíneas todavía no pueden hacer promesas de neutralidad en emisiones de carbono ya que necesitan un avance tecnológico en el área de los combustibles alternativos para llegar ahí. El hidrógeno y las baterías podrían hacer posibles los vuelos domésticos, pero los vuelos a largo radio podrían tener que recurrir a compensaciones”, arguyen desde Fidelity.