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La Fundación espera que el país siga atrayendo inversiones, pero advierte del alza de las desigualdades y la polarización política

MADRID, 23 (EUROPA PRESS)

España se sitúa como el undécimo país del mundo y tercero europeo como receptor de inversión exterior directa, situándose el peso del capital extranjero en un 57,9% en términos de PIB, según ha publicado Funcas en el último número de Papeles de Economía Española, revista trimestral que edita la fundación.

El porcentaje del peso del capital extranjero en España se posiciona por encima del que ocupa en países como Francia o Alemania. En 2022 y 2023 la inversión extranjera directa (IED) recibida por España aumentó de forma significativa, con una media de 40.000 millones de euros por año, mientras la inversión global decaía.

En la actualidad, la IED está en un punto de inflexión por la creciente incertidumbre y complejidad. La inestabilidad de las condiciones económicas y financieras, exacerbada por conflictos como la guerra en Ucrania y las tensiones geopolíticas, genera un entorno poco propicio para la inversión internacional, advierten desde Funcas.

Los atractivos de los que goza España para atraer esa inversión son la elevada dimensión del mercado y su crecimiento real y potencial, la dotación de infraestructuras y de capital humano y la estabilidad macroeconómica. La integración en la Unión Europea ha ejercido también un gran impacto favorable, según apuntan desde Funcas.

A nivel regional, desde 1993 Madrid ha sido el destino del 60,4% de los flujos productivos de inversión extranjera que han recalado en España. Siguen, a distancia, Cataluña (15,5%), País Vasco (4,9%), Comunidad Valenciana (3,5%) y Andalucía (2,2%).

Por otro lado, como inversor en el exterior, España muestra una fortaleza similar, con flujos netos anuales superiores a 33.000 millones de dólares desde 1990. Ocupa el décimo lugar a nivel global y el quinto europeo, siendo responsable del 3,2% de los flujos globales emitidos en este período.

Desde 1993, los países de la OCDE han sido la fuente predominante, aportando el 90% de los flujos de IED productiva bruta. Dentro de este grupo, los países europeos han mantenido su posición como principal fuente de inversión, aunque su cuota ha disminuido en la última década. No obstante, aún representan el 68% del total histórico (57% en los últimos diez años).

Reino Unido lidera la lista, con un 15,5% de las inversiones, seguido de Francia (12%), Alemania (8,3%), Países Bajos (7,2%) e Italia (6,2%). Las inversiones norteamericanas han ganado relevancia en los últimos años. EEUU destaca con un 15,1% del total histórico y superando el 20% en la última década.

EMPRESAS DE CAPITAL EXTRANJERO MANTIENEN EL 9,1% DE LA POBLACIÓN OCUPADA

También se resalta el creciente impacto de la IED en el mercado laboral español. Las empresas de capital extranjero mantienen 1,88 millones de empleos directos en España, lo que representa el 9,1% de la población ocupada y el 7,9% de la población activa. Son 707.000 empleos más que en 2014, sobre todo por las grandes multinacionales cuya matriz se encuentra en los grandes países de la UE, EEUU y Japón.

En la última edición se pone de manifiesto que los períodos de mayor crecimiento económico han coincidido con mayores entradas de capitales exteriores, que han complementado el ahorro interno.

En términos generales, predomina la inversión en actividades de servicios; en concreto en los sectores de comercio, e información y comunicaciones; si bien son relevantes también la industria manufacturera, así como las industrias extractivas.

LA POLARIZACIÓN POLÍTICA PERJUDICA LAS INVERSIONES

En el caso de la inversión española en el exterior, destacan los sectores financiero y de transportes; y fuera de los servicios, destacan energía y construcción, con un papel muy limitado para la industria manufacturera.

De cara al futuro inmediato, Funcas espera que la economía española continúe siendo un foco de atracción y de emisión de inversiones directas. Sin embargo, señala que no deben olvidarse otros factores que aquejan a la sociedad española, como el aumento de las desigualdades, la pérdida de confianza en la instituciones o la polarización política, que tenderían a afectar negativamente a las perspectivas de crecimiento económico y, en consecuencia, a la evolución de la inversión directa.

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