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2023 está a la vuelta de la esquina, pero los inversores siguen navegando en un mar de dudas. Se preguntan cómo actuar con la llegada del nuevo año y dónde meter su dinero, algo a lo que los expertos tratan de responder, aunque reconocen que no es tarea fácil. "Ningún inversor, ningún político ni ningún banquero central sabe lo que va a ocurrir", dicen desde AJ Bell. Los analistas de esta firma afirman que, por ello, lo mejor es no apostar todo a una carta, sino "seguir atentamente cinco grandes temas de inversión" para tratar de intuir en qué dirección soplará el viento y obtener así "la mejor rentabilidad posible".

"Apostar todo a un solo escenario probablemente no sea una buena idea y la construcción de carteras deberá abordar una serie de resultados, ya que francamente todo es posible", apunta Russ Mould, director de inversiones de AJ Bell, en un reciente análisis de la firma. En su opinión, la clave está en hacer un seguimiento pormenorizado de cinco grandes temas para "intentar obtener la mejor rentabilidad posible ajustada al riesgo para las carteras". Son los siguientes:

1. La curva de rendimientos

Los economistas y los inversores se fijarán en datos macroeconómicos como la inflación, el desempleo, las ofertas de empleo, el crecimiento salarial y el PIB para juzgar si los banqueros centrales logran controlar la inflación y evitar que las economías fuertemente endeudadas entren en recesión. Revisarán todas estas cuestiones para comprobar si "están consiguiendo el equilibrio adecuado o no, pero todos ellos son datos retrospectivos, y los mercados son prospectivos".

Por eso desde AJ Bell creen que "merece la pena" vigilar la curva de rendimientos, a ambos lados del Atlántico, utilizando como referencia la relación entre los bonos a dos y diez años. "Por lo general, los bonos del Estado a diez años rinden más que los bonos a dos años, sencillamente porque en el periodo adicional de ocho años puede haber más problemas. Los inversores exigirán un mayor rendimiento como compensación por el riesgo añadido", remarca Mould.

La cuestión es que en estos momentos los bonos del Tesoro a dos años en EEUU y los gilts a dos años en Reino Unido "rinden menos que sus equivalentes a diez años", lo que según este experto puede deberse a que "los mercados prevén recortes de los tipos de interés en respuesta a una desaceleración o recesión, y puede ser una señal clara de que se avecina una recesión".

En AJ Bell animan, además, a hacer un repaso a la historia, y es que los principales índices bursátiles "han tendido históricamente a alcanzar sus máximos cuando la curva de rendimientos se encuentra en su punto más invertido" debido a que la recesión (tal y como predijo la curva de rendimientos) "se inició y arrastró consigo a los beneficios empresariales". Por eso aconseja tener mucho ojo con este tema y seguirlo muy de cerca.

2. Bonos a dos años

Además, dice Mould, los inversores en renta variable pueden seguir otra pista del mercado de renta fija, como el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a dos años o de los gilts británicos a dos años. "Esto se debe a que la historia sugiere que el rendimiento a dos años se adelantará a la política monetaria establecida por los bancos centrales en unos seis meses", apunta el analista de la firma británica.

"La historia no es una garantía para el futuro -si lo fuera, los bibliotecarios serían los mejores y más ricos inversores, como dijo Warren Buffett-, pero si esta relación se mantiene firme, entonces el mercado de bonos podría dar una valiosa orientación sobre si los tipos se mantienen más altos durante más tiempo o bajan mucho más rápido de lo esperado", comenta.

3. Precios de las materias primas (en relación con los precios de las acciones)

Mould recuerda que el índice Bloomberg Commodity, que sigue el precio al contado de 23 productos diferentes que van desde el petróleo hasta el oro, pasando por el trigo, el algodón y el ganado porcino y vacuno, ha subido alrededor de un 10% en 2022, por lo que "lo está haciendo mejor que todos los principales mercados bursátiles y supera ampliamente al mercado de bonos".

No obstante, el índice "sigue bajando una quinta parte desde su máximo, ya que el acuerdo alcanzado con Turquía hace que el grano salga de Ucrania, los precios del petróleo caen mientras Europa absorbe suministros de gas natural licuado (GNL) y crece el temor a que una recesión afecte a la demanda de muchas materias primas el próximo año".

Según el estratega e AJ Bell, si los bancos centrales consiguen frenar la inflación, reafirmar el control y devolver al mundo al entorno bajo crecimiento, baja inflación y bajos tipos de interés que ha prevalecido durante los últimos años, entonces los precios de las materias primas "podrían volver a tambalearse". Como también podrían hacerlo "si efectivamente se produjera una profunda recesión".

"Pero si la inflación (o tal vez la estanflación) se afianza, los activos 'reales' podrían pasar a primer plano por tres razones: podrían ser reservas de valor; los bancos centrales recortan los tipos o incluso inician nuevos programas de QE, aunque tal impresión de dinero solo reafirmaría que no pueden imprimir petróleo u oro; y la inversión en nuevos hallazgos de recursos está disminuyendo gracias a la presión de los políticos, los inversores y el público por igual en medio de las preocupaciones medioambientales".

Mould apunta que en 2021 y 2022 las materias primas "obtuvieron mejores resultados que los activos 'reales' en 2001-02, por lo que si esta tendencia se consolida, podría quedar mucho camino por recorrer".

4. Acciones de semiconductores

Por otro lado, desde la firma británica apuntan a las acciones de semiconductores como otro de los grandes temas a seguir en 2023. "Los chips de silicio son una buena guía de la salud económica mundial debido a su ubicuidad: están en todas partes, desde teléfonos inteligentes a ordenadores portátiles, desde automóviles a robots industriales y desde servidores a contadores inteligentes, y se espera que las ventas mundiales superen los 600.000 millones de dólares en 2023, para marcar un segundo máximo histórico consecutivo", dice Mould.

Además, remarca que los valores de chips de silicio "pueden ser una buena guía del apetito por el riesgo de los inversores y de los mercados mundiales de renta variable, al menos a juzgar por las dos o tres últimas décadas". Y es que aunque no está garantizado que la historia se repita, no se puede obviar que el Philadelphia Semiconductor Index (SOX), compuesto por 30 valores, tocó techo entre seis y nueve meses antes que el S&P 500 y el FTSE All-World en 2000 y 2007, anunciando dos mercados bajistas, y luego tocó fondo antes que los índices principales en 2002 y 2009, señalando el inicio de un nuevo mercado alcista.

"El SOX ha bajado un tercio desde su máximo histórico de diciembre de 2021 y las advertencias de beneficios han comenzado a acumularse por parte de sus componentes, entre otras cosas porque los inventarios han comenzado a acumularse, ya que los mercados finales se han suavizado justo cuando los productores han aumentado la producción en respuesta a la escasez sufrida en 2020 y 2021", destaca el experto.

Dentro de poco las firmas de semiconductores (Micron Technology, Analog Devices, Nvidia, Broadcom, TSMC...) empezarán a publicar resultados. "Las buenas noticias serían la reducción de los inventarios y las previsiones de un patrón de ventas normal y estacional en los primeros compases de 2023. Las malas noticias serían un mayor abultamiento de las existencias no vendidas, una reducción de las previsiones de ingresos y márgenes, y recortes en los presupuestos de inversión de capital". Veremos qué ocurre.

5. Acciones de transporte

Como dice Mould, "centrarse en aviones, camiones, trenes y barcos no es nada nuevo cuando se trata de evaluar la economía y los mercados financieros, pero como estrategia resiste la prueba del tiempo y, por lo tanto, podría volver a demostrar su valía en 2023 cuando los banqueros centrales, los economistas y los inversores intenten evaluar si prevalecería la inflación, la estanflación o la deflación (entre otras cosas porque las tres requerirán diferentes respuestas políticas y estrategias de asignación de activos)".

El experto de AJ Bell recuerda que la 'Teoría Dow' de Robert Rhea sostiene que donde vayan los transportes, seguramente irán los industriales porque en una economía fuerte será necesario enviar mercancías y reponer inventarios y estanterías a medida que se venden productos a clientes dispuestos. Lo contrario ocurre en una economía débil, ya que las existencias se acumulan, los nuevos pedidos se posponen o cancelan y los trenes, camiones y barcos se quedan parados.

"Se puede argumentar que esto es menos relevante para las economías occidentales modernas, que dependen mucho más de los servicios que de la fabricación, y de activos intangibles en lugar de instalaciones y equipos, pero las industrias de servicios también implican consumo, y todo, desde la comida hasta la ropa, debe transportarse de alguna manera", destaca este analista.

Asimismo, apunta que la teoría de Rhea "resistió la prueba del tiempo en 2022". Y es que mientras que el índice Dow Jones de Transportes tocó techo en noviembre de 2021, el Dow Jones de Industriales no lo hizo hasta enero de 2022, aunque los Transportes subieron desde su mínimo de otoño justo una semana antes de que los Industriales iniciaran su rally de fin de año. "Que el material rodante siga rodando podría ser una consideración clave en 2023 y más allá", concluye.

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