El presidente de los EEUU, Donald Trump, no ha cerrado -ni al parecer tiene intención de hacerlo en un futuro próximo- el frente de la guerra comercial con China y ya se ha metido de lleno en otro. Europa, más concretamente Francia, es ahora el objetivo de la administración republicana, que ha demostrado que no tiene remilgos en seguir imponiendo aranceles a diestro y siniestro y que se siente más que cómoda al usar las relaciones comerciales como un “arma política, económica y diplomática”, según indican los expertos. Pero, en el fondo, la “pataleta arancelaria” en la que se ha embarcado la Casa Blanca no es más que un aviso a Pekín.
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Trump estudia aplazar el acuerdo con China hasta después de las elecciones de EEUUAnalistas consultados se muestran de acuerdo en señalar que la amenaza de gravámenes por valor de 2.400 millones de dólares a exportaciones francesas esconde, al mismo tiempo, una argucia de Trump para exigir más gasto en defensa a sus aliados europeos. Washington también ha amenazado a Europa con una nueva ronda de aranceles en relación al caso Airbus, que ya suscitó impuestos por valor de 7.500 millones de dólares a productos del Viejo Continente. “Que estos anuncios se hayan hecho cuando Trump ha viajado a Londres para la cumbre de la OTAN “no es coincidencia”, asegura Neil Wilson, analista de Markets.com. Responde a una estrategia del Gobierno estadounidense de usar sus relaciones comerciales “como arma” y, en este caso, esperan conseguir que los países europeos incrementen su presupuesto en la organización transnacional.
“Trump ha hecho tentativas de colocar a Europa bajo el foco de su guerra comercial, pero se ha visto disuadido, ya que los riesgos de pelear en dos frentes antes de las elecciones son demasiado graves”, indica por su parte Craig Erlam, analista de Oanda. Sin embargo, “se está preparando el terreno con Francia como próximo objetivo”, agrega. La excusa, una acción de represalia sobre productos como el vino espumoso o el queso en respuesta a un impuesto a los servicios digitales en las grandes empresas tecnológicas. Pero el “objetivo de Trump son las exportaciones de vehículos”, alertan los analistas de Danske Bank, por lo que esperan nerviosismo en este sector a inicios de enero, cuando arranca el proceso para poner en marcha las tarificaciones extra anunciadas.
Pero no ha acabado ahí, Trump también ha apuntado a Brasil y Argentina, en concreto a sus exportaciones de aluminio y acero, como reacción a la “masiva depreciación de sus divisas”. “Una barbaridad”, para Wilson, ya que ninguno de los dos países “ha tenido un papel activo en la caída de las monedas locales”. Como guinda del pastel, ha dejado caer que no cerrará un acuerdo comercial con China hasta después de los comicios electorales en noviembre de 2020. Esto ha sentado como un jarro de agua fría a los mercados y analistas, que esperaban que el llamado ‘acuerdo de fase uno’ se firmara este año y lograra amortiguar la desaceleración mundial que ha causado el conflicto en el que las dos primeras potencias mundiales se embarcaron hace más de un año y medio y que ha supuesto gravámenes mutuos por valor de miles de millones de dólares.
La próxima ronda de aranceles entra en vigor el 15 de diciembre y a poco más de 10 días de cumplirse el plazo, la ofensiva de Trump con sus socios europeos y de Sudamérica, manda “una señal clara a Pekín de que Trump no se está alejando de la política impositiva en el comercio exterior”, asevera Wilson. Por lo que, si no hay acuerdo, habrá aranceles.
"SE TRATA DE CHINA"
Pero no acaba aquí. Algunas fuentes piensan que el gesto con Brasil y Argentina es una manera de presionar indirectamente a China para que rebaje sus exigencias. Ambos países se han beneficiado de la guerra comercial entre las dos primeras potencias: una vez que la administración Trump comenzó a imponer aranceles a los productos chinos importados, China contraatacó recortando drásticamente las compras de cultivos estadounidenses y recurriendo a Brasil y Argentina, entre otros, para llenar el vacío multimillonario.
Los grandes perjudicados han sido los agricultores estadounidenses, como los productores de soja y los de carne de cerdo, que cuentan con el gran mercado chino para una parte de sus ventas. De hecho, Estados Unidos ha autorizado 28.000 millones de dólares en subsidios del gobierno para los agricultores afectados por la guerra comercial de Trump. Y uno de los puntos calientes de las conversaciones entre Washington y Pekín es precisamente, que el Gobierno chino incremente las compras agrícolas.
Hasta octubre, Brasil envió 25.500 millones de dólares, incluyendo soja y carne de cerdo a China, más de 10 veces el valor del acero y el hierro que Brasil vendió a Estados Unidos, informó 'Bloomberg'.
Por lo tanto, el republicano pretende poner a estas dos naciones entre la espada y la pared para que "reduzcan las ventas de productos agrícolas a China", según Mónica de Bolle, miembro del Instituto Peterson de Economía Internacional. "Se trata de China", escribió De Bolle en un tuit.