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A los choques entre Rusia y Europa Occidental en las reservas de gas natural y la crisis migratoria en la frontera entre Polonia y Rusia, hay que añadir esta semana un aumento de tensiones en Ucrania. En las últimas 48 horas, los servicios de inteligencia estadounidenses han informado a sus aliados europeos de una posible reagrupación de tropas y armamento ruso preparado para una acción a gran escala en Ucrania.

Según 'Reuters', más de 92.000 efectivos han acudido a la frontera ucraniana, preparado para un ataque que se espera a finales de enero o principios de febrero, un golpe que podría ser de unas dimensiones mayores a las de la anexión rusa del territorio de Crimea en 2014.

El propio Putin desestimó la semana pasada cualquier intento de invasión, pero no negó la importancia de que la OTAN y Estados Unidos se mantuvieran alerta, según 'Bloomberg'. Este mismo medio sostiene que se ha planteado una negociación de una cumbre entre Putin y su homólogo estadounidense, Joe Biden.

Por su parte, el gobierno ucraniano está movilizándose y pidiendo apoyo a aliados para ayudar a paliar esta nueva crisis fronteriza. El ministro de defensa, Oleksii Reznikov viajó a Washington la semana pasada para pedir al Pentágono más medios para defender las costas y el espacio aéreo del país. El ministro de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba, ha hecho lo propio ante Bruselas y ha pedido apoyo por parte de los países europeos.

La que podría ser la mayor acción sobre terreno ucraniano desde la crisis de Crimea del 2014 se ha manifestado a las puertas de una crisis energética en la que Rusia tiene un papel protagonista, al tener el país el control del suministro del gas en el continente europeo. La Unión Europea (UE), asimismo, ha acusado a Rusia de ser el artífice detrás de la crisis migratoria que se desarrolla en la frontera de Bielorrusia.

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