La guerra de Ucrania se ha llevado por delante las previsiones de recuperación económica en la eurozona tras la puntilla de la pandemia. "No hay vuelta atrás a los escenarios que todos teníamos en mente hace un mes", aseguran desde Bank of America, que a corto plazo únicamente ven menos crecimiento y más inflación. De hecho, la subida de los precios se comerá los ahorros acumulados hasta retrasar la recuperación del consumo a niveles preCovid hasta finales de 2023.
Noticia relacionada
La inflación puede tocar en el corto plazo el 9% y dispara el riesgo de recesión en EuropaAsí lo prevén los analistas de la entidad. "Nuestras previsiones de inflación supondrán el agotamiento total del exceso de ahorro, nos sentimos más cómodos suponiendo que el consumo volverá a los niveles anteriores a la crisis en términos reales a finales de 2023", dicen.
"Como venimos advirtiendo, la crisis de Ucrania significa que no hay vuelta atrás a los escenarios que todos teníamos en mente hace un mes. El impacto es persistente, es grande y es probable que se haga aún más grande", asegura Bank of America. Con este panorama, recortan sus previsiones de crecimiento del PIB de la zona euro al 2,8% este año y al 1,7% el próximo, retrasando aún más la vuelta a la tendencia previa a la crisis, y muy por debajo de las proyecciones recientemente ajustadas del Banco Central Europeo (BCE).
La inflación seguirá siendo fuerte en 2022 y 2023. Estiman un Índice de Precios al Consumo del 6% y del 2,4%, respectivamente, con una inflación subyacente del 2,4% este año y del 1,9% el próximo. "En definitiva, una inflación mucho más alta, cortesía de los precios de la energía persistentemente más altos". "A corto plazo, no vemos muchas razones para celebrar, solo hay malos resultados: menos crecimiento, más inflación", destacan.
A más largo plazo, consideran que estarán en juego desafíos estructurales. "Sin el apoyo político adecuado, los 'shocks' estanflacionarios pueden convertirse fácilmente en desinflacionarios en el futuro si la respuesta política no es lo suficientemente grande. Un impulso por hacer más Europa puede suavizar el golpe, ahora que el BCE no parece estar en un estado de ánimo complaciente".
No ven la actitud del BCE del todo adecuada. "Con un banco central que se preocupa mucho más por la inflación que por el crecimiento, la política fiscal debe adoptar el enfoque opuesto. Más defensa e independencia energética serán temas dominantes. Y eso requerirá dinero que algunos países pueden ser reacios o incapaces de gastar", afirma Bank of America, que cree que "la urgencia inmediata es asegurarnos, como asumimos en nuestros nuevos pronósticos, de que los esfuerzos fiscales brinden apoyo cíclico a corto plazo para amortiguar el impacto de las sanciones y los precios de la energía persistentemente altos".
INFLACIÓN vs. CRECIMIENTO
"Quizás los bancos centrales preferirían volver a ese pasado no tan lejano en el que el mayor de sus problemas era la deflación. Entonces, la vida era relativamente sencilla y cualquier 'shock' que sufriera la economía o los mercados financieros podía tratarse con la misma medicina: grandes dosis de expansión cuantitativa, varias veces al mes, acababa por curarlo todo", apunta DWS.
Sin embargo, aunque tanto el BCE como la Reserva Federal de EEUU (Fed) quieren controlar la inflación, "se enfrentan a retos ligeramente diferentes", ya que, como explican, en la eurozona, la inflación sigue limitada principalmente al componente de alimentos y la energía, cuyos precios son mucho más volátiles. Además, "ahora que la guerra ha empeorado las perspectivas de inflación y crecimiento, ninguno lo tendrá fácil", ya que el fuerte aumento de los precios "resulta problemático para dos factores simultáneos y opuestos: la inflación y el crecimiento. Y una guerra que empeora ambos hace que a los bancos centrales les resulte mucho más difícil resolver la ecuación", indican.
"A los bancos centrales les gusta enfatizar que, en general, no pueden controlar los precios de los alimentos y la energía, por lo que prefieren centrarse en la tasa de inflación subyacente. Pero esta también podría quedar fuera del alcance de la política monetaria si, como en el caso del Covid y de la guerra en Ucrania, los aumentos de precios responden a disrupciones temporales de la oferta". Pero de momento el foco sigue puesto en los alimentos y la energía, que han marcado máximos históricos este año.
"Aunque los bancos centrales prefieren ignorarlos, estos aumentos de precios resultan explosivos en términos políticos. Los ciudadanos deben hacer acopio de alimentos y de alguna forma de energía casi a diario. Los disturbios sociales, incluso las revoluciones, estallan cuando sube el precio del pan, la cerveza o la gasolina, no por el encarecimiento de móviles, zapatos o coches deportivos", advierte.
En la misma dirección va Scope Ratings, que aportan que "una inflación más alta y sostenida en el tiempo representa un gran desafío para el crecimiento mundial al que los bancos centrales tendrán dificultades para responder, ya que acumula más presión sobre ellos para que normalicen su política a la situación anterior a la crisis. Los tipos de interés se encaminan al alza, pero puede haber menos presión política para contener la inflación porque el aumento de los precios de la energía erosiona el poder adquisitivo de los hogares y pesa sobre el sentimiento empresarial".