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Se incrementa la preocupación en los mercados en torno a un potencial cisma en el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) sobre la composición del Programa de Compras de Emergencia frente a la Pandemia (PEPP por sus siglas en inglés). Según informa 'Bloomberg', la herramienta distintiva de lucha contra la crisis de la presidenta del organismo, Christine Lagarde, se está convirtiendo en el foco de desacuerdo.

La disensión gira en torno a la flexibilidad del programa, una de las características que Lagarde ha destacado del mismo. En concreto, hay desacuerdo sobre el peso de las economías más débiles de la Eurozona, como Italia en las compras del banco central, que el instituto emisor elevó a 1,35 billones de euros en la pasada reunión del mes de junio.

Lagarde proclamó que dicho programa no tenía "límites" después de presionar a sus colegas para que aceptaran la medida durante una sesión de emergencia nocturna a mediados de marzo. Esto permitió al BCE sesgar las compras hacia Italia, uno de los países más afectados, ya que los rendimientos de los bonos comenzaron a aumentar, apuntando a una crisis similar a la crediticia que estalló en 2012.

Pero también significó desviarse de una regla destinada a mantener al BCE en línea con una ley de la Unión Europea (UE) que le prohíbe financiar el gasto público. La llamada clave de capital vincula los programas de bonos con el tamaño relativo de cada economía (se compra más deuda alemana que italiana independientemente de las condiciones económicas) y fue una razón fundamental por la cual el tribunal superior de la UE tuvo que respaldar la legalidad del programa anterior, impulsado por el expresidente del organismo, Mario Draghi, en 2018.

Además, aunque el BCE dice repetidamente que el programa de emergencia es temporal, también se compromete a continuar "hasta que juzgue que la fase de crisis del coronavirus ha terminado", un término vago que podría estar abierto a una interpretación amplia, insiste Bloomberg.

Si bien el debate sigue siendo hipotético por ahora, podría cristalizarse a medida que la economía del bloque del euro emerge de la pandemia de coronavirus. El mayor riesgo es que tal fricción socava un programa presentado en el apogeo de la crisis para tranquilizar a los inversores sobre la determinación del BCE de defender la integridad de la moneda comunitaria.

OPINIONES DE FRANCIA Y ALEMANIA

El estado de ánimo interno se refleja en los diferentes comentarios públicos de los banqueros centrals de las dos economías más grandes de la zona euro: Jens Weidmann, presidente del Bundesbank germano y Francois Villeroy de Galhau, presidente del Banco de Francia. Según los funcionarios, otros miembros del Consejo de Gobierno tienen opiniones similares a ambos lados del debate.

La posibilidad de desacuerdos podría evocar recuerdos de la discordia que marcó el reinado de ocho años de Draghi, ya que la herramienta de compra de bonos que desarrolló durante la crisis de deuda de la zona del euro y su posterior búsqueda de flexibilización cuantitativa se encontraron con una fuerte oposición alemana. Al igual que entonces, Weidmann quiere limitar el alcance del plan, mientras que su homólogo francés ha defendido la máxima flexibilidad para canalizar el apoyo a quienes más lo necesitan.

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