• "Las políticas llevadas a cabo desde la UE han forzado la disminución del gasto público y los resultados han sido desastrosos", explica
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Los datos macroeconómicos que arroja España están siendo aparentemente positivos. Nuestra economía crece un 3%, la tasa de desempleo baja y cada vez es más habitual escuchar que, al fin, hemos dejado atrás una etapa negra en nuestra economía. Sin embargo, para Jorge Fabra Utray, presidente de Economistas Frente a la Crisis, el crecimiento que arrastra “elevados índices de desigualdad, un lastre para el propio crecimiento… para la sostenibilidad del crecimiento”.

Fabra, durante el Comité Editorial que cada mes se celebra en 'Bolsamanía', asegura que “las previsiones de crecimiento para 2018 comienzan a moderarse”. El propio Gobierno de Mariano Rajoy lo reconoce. Pero esta situación es el fruto de las semillas que se plantaron tiempo atrás. El economista y doctor en Derecho explica que en 2011, cuando la iniciativa que encabeza comenzó a analizar la situación, auguraron malos tiempos si continuábamos por la senda de la austeridad expansiva, “un fraude académico”, según sus palabras.

Las políticas llevadas a cabo desde la UE han forzado la disminución del gasto público y los resultados han sido desastrosos porque han deprimido la economía

“En la cultura de los economistas siempre está presente el multiplicador keynesiano; dijimos que el control del déficit público no solo pivota sobre la disminución del gasto público, porque tal cosa podría generar una espiral perniciosa hacia la recesión; que era necesario revisar los plazos de consolidación fiscal. Sostuvimos que la consolidación fiscal debería ser un objetivo con un horizonte más allá de 2018”, apunta el presidente de EFC. En cambio, el rumbo que se tomaba desde Europa era bien distinto: “Las políticas llevadas a cabo desde la UE han forzado la disminución del gasto público y los resultados han sido desastrosos porque han deprimido la economía: han impuesto políticas procíclicas” apunta Fabra. Ahora, precisa, las proposiciones sostenidas desde 2010 por Economistas Frente a la Crisis son compartidas por la comunidad científica e, incluso, aunque todavía de manera contradictoria, por instituciones internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la OCDE y la propia Comisión de la Unión Europea.

Pero, ¿cómo se pueden conseguir esos equilibrios macroeconómicos? ¿A través del gasto público o con una bajada de impuestos? Jorge Fabra explica que la disminución de impuestos “libera rentas disponibles para el gasto, pero es obvio que la capacidad de ahorro de las rentas más altas es enorme y ese aumento de la renta disponible no se traduce en incremento del consumo. Por otro lado, el aumento de la renta disponible de las clases medias y bajas sí se traduce en un mayor consumo”. Sin embargo, disminuir el IRPF a las rentas más bajas para que así tengan la posibilidad de gastar no sería eficiente en términos económicos. En palabras del experto, el sistema público devuelve al sistema económico la recaudación fiscal a través de la prestación de servicios públicos de interés general como, por ejemplo, la sanidad y la educación.

En definitiva, para Fabra, presidente de una iniciativa que surgió ante la gestión y el diagnóstico neoliberal de la crisis, la vía más efectiva para disminuir la brecha de la desigualdad es el aumento de la recaudación para que esta sea devuelta a los ciudadanos en forma de gasto público dirigido a sectores estratégicos de mayor valor añadido”.

A VUELTAS CON LA ELECTRICIDAD

Jorge Fabra fue el segundo presidente de Red Eléctrica de España (1988/98) y consejero de la extinta Comisión Nacional de la Energía (CNE) en el intervalo 2005/11. Profundo conocedor de los entresijos de este sector, es muy crítico con las constantes subidas en el precio de la factura de la luz. “No existe una fuente primaria (carbón, agua, viento, sol etc.) que pueda cubrir la demanda de toda la energía eléctrica, por lo que los kilovatios hora (kWh), a pesar de su apariencia, son muy diferentes dependiendo de su origen”, expone, De este modo, al ser fuentes primarias energéticas diversas las que son transformadas en electricidad a partir de centrales con tecnologías igualmente diversas, los costes de cada kWh y sus efectos externos sobre la economía y el medio ambiente son igualmente diversos. En 1997, la Ley del sector Eléctrico construye “un paradigma falso”: todos los kW son iguales y, en consecuencia, deben tener el mismo precio… aquel que determine un mercado que fue diseñado ignorando las especiales características de la electricidad.

“Se trata de un mercado hípermarginalista en el cual las primeras centrales que se acoplan al sistema son las centrales de menor coste variable, hasta, de manera progresiva, cubrir la demanda con sucesivas centrales de costes variables más altos que acaban cubriendo la demanda. Y es la última central acoplada, la de mayor coste variable, la que fija el precio de todas las centrales previamente acopladas. El resultado es obvio: para los consumidores el coste resultante es muy superior al coste real de abastecer la electricidad que consumen”, explica el experto. Se trata ya no de un mercado marginalista… todos los mercados lo son, sino de un mercado hípermarginalista que remunera con un mismo precio cosas muy diferentes (no todos los kWh son iguales)… con el precio ofertado por la central de mayor coste.

"Estamos ante el caso más espectacular de privatización de beneficios y socialización de pérdidas", denuncia con respecto a la configuración actual del mapa eléctrico españo

El sistema de nuestro país es complejo. Tal y como explica el presidente de EFC, en España “necesitamos centrales de ciclo combinado y necesitamos también el resto de centrales”. De este modo, cuando el precio de mercado no cubre los costes fijos de algunas tecnologías (primeras generaciones de centrales renovables y centrales térmicas, por ejemplo) el regulador tiene que establecer complementos regulados para cubrirlos porque si no los inversores no invertirían y la demanda de electricidad quedaría sin ser satisfecha. De esta manera se produce un fenómeno verdaderamente singular. Nos encontramos ante un ejemplo de libro donde las pérdidas que produce el mercado a las centrales con costes medios superiores al precio del mercado son cubiertas mediantes pagos regulados (primas equivalentes, pagos por capacidad, incentivos a la inversión o a la disponibilidad) que, en definitiva, supone cubrir mediante tarifas reguladas las pérdidas que produce el mercado en muchas centrales. Por el contrario, los beneficios supranormales que este mecanismo produce a las centrales cuyos costes medios son inferiores al precio del mercado son internalizados por las empresas. Estamos ante el caso más espectacular de privatización de beneficios y socialización de pérdidas”, zanja.

La socialización de las pérdidas es irremediable, en palabras de Fabra: “Si no lo hiciéramos, no tendríamos la suficiente potencia instalada para poder cubrir la demanda. Sin embargo, la privatización de beneficios supranormales carece de justificación alguna. Estos se producen fundamentalmente de las centrales nucleares e hidroeléctricas, que tienen una participación en el mix energético entre el 30 % y 40 % de la electricidad que consumimos. Y en estos sectores no hay libertad de entrada. No tenemos más ríos que los que tenemos, todos están completamente explotados… por razones distintas, en el sector nuclear tampoco existe libertad de entrada a los costes remanentes de las actuales de centrales nucleares españolas en operación”. En estos segmentos tecnológicos las virtudes que se suponen del mercado no operan. Sin libertad de entrada no hay mercado, por mucho que lo diga la Ley, explica.

El economista apunta en una doble dirección para evitar las distorsiones que sufren los consumidores en el precio de la electricidad. En primer lugar, propone revisar el funcionamiento de los reguladores porque “no es normal que sus informes sean ignorados por el Gobierno”; y segundo, “habría que sacar del mercado a las centrales las nucleares e hidroeléctricas que tienen costes medios por debajo de los precios que fija el mercado, y retribuirlas mediante costes estándares de acuerdo a sus costes remanentes. El resto de las centrales deberían ser retribuidas respetando el marco bajo el cual los inversores tomaron sus decisiones de inversión y, para las nuevas centrales que se construyan en el futuro, establecer un nuevo mercado por tecnología capaz de revelar sus costes de producción”

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