- La firmeza institucional mostrada en octubre tras el referéndum ilegal del 1-O...
- ...da paso a un llamamiento a la política para evitar una ruptura total tras el 21-D
Cataluña está exigiendo horas extras en la Casa Real. Como se esperaba el discurso de Navidad de Felipe VI ha estado marcado por la crisis catalana. Y ya es la segunda vez, porque en octubre, apenas dos días después del referéndum ilegal, ya intervino por el mismo motivo. Aunque entre ambas intervenciones sí hay algunas diferencias.
Como las hay con el mensaje de Navidad de 2014, el primero de Felipe VI tras la abdicación de su padre, Juan Carlos I. Entonces, no eludió el tema más candente del momento, el de la corrupción, con su hermana, la Infanta Cristina, y su marido, Iñaki Urdangarín, en el foco judicial y mediático, entre otros muchos casos que erosionaban la estabilidad y la confianza en las instituciones. Por supuesto, el paro y la desigualdad económica también estuvieron presentes aquel 2014, cuando la recuperación apenas estaba naciendo en España y el paro aún rozaba el 24%.
Ahora, la recuperación es más robusta. España lleva creciendo sin parar desde 2013, con tasas superiores al 3% desde 2015 y con un desempleo que ha bajado ya al 16,4%, un nivel desmesurado para los estándares europeos, pero que encaja, aunque sorprenda, con la media histórica española.
Pero la economía queda en un segundo plano en el mensaje del Rey. Lo que manda es lo que manda. Y lo que manda es Cataluña. Como el pasado 3 de octubre, cuando Felipe VI lanzó un discurso televisado 48 horas después de un referéndum ilegal que requirió su intervención por la gravedad del momento institucional y porque, además, España necesitaba contrarrestar el impacto mediático de las cargas policiales en los medios internacionales.
Aquella noche, el Rey se presentó firme. Y sonó firme. "En esa España mejor que todos deseamos también estará Cataluña", afirmó. Y protagonizó un contundente alegato en favor de la ley, la estabilidad institucional y la unidad de España.
En octubre era la hora de la firmeza. De la defensa del orden constitucional y las leyes. Ahora, tras las elecciones del 21-D, exige evitar lo peor. Una ruptura total. Institucional. Política. Familiar. Y eso compete a los políticos. Como siempre, pero ahora con más urgencia que nunca
Aseguró que las autoridades catalanas habían actuado "al margen del derecho y la democracia" y añadió: "Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden, la vigencia del Estado de derecho y el autogobierno de Cataluña". Sostuvo que, "con su conducta irresponsable", el Govern cesado posteriormente ponía en riesgo "la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España". Todo ello, recalcó, como "culminación de un inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña" y "totalmente al margen del derecho y de la democracia". "Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional, que es el derecho de todos los españoles a decidir democráticamente su vida en común", remachó.
En octubre, subrayó que sin respeto a la ley "no hay convivencia democrática posible en paz y libertad, ni en Cataluña, ni en el resto de España, ni en ningún lugar del mundo". Y defendió que "en la España constitucional y democrática, saben bien que tienen un espacio de concordia y de encuentro con todos sus conciudadanos". Y aprovechó para transmitir a los españoles "que viven con desasosiego y tristeza estos acontecimientos" un mensaje de "tranquilidad, de confianza y también de esperanza".
LAS URNAS CAMBIAN EL TONO
Frente a la firme institucional de octubre, el mensaje de diciembre apela más a los méritos -con sus fallos, que admite- adquiridos por España como democracia en los últimos 40 años y a la necesidad de tender puentes y evitar situaciones extremas. El diferente tono de este discurso se apoya en que, por el camino, se han celebrado unas elecciones autonómicas, las del pasado jueves, cuyo resultado abre un escenario en el que les corresponde a los partidos trazar un nuevo terreno de juego. Y a esa situación, a esta nueva etapa, ha dirigido su atención el monarca.
Como base, eso sí, ha recordado la necesidad de atenerse a la ley. "Respetar y preservar los principios y valores de nuestro Estado social y democrático de Derecho es imprescindible para garantizar una convivencia que asegure “la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político”, tal y como señala nuestra Constitución", ha señalado. Y ha añadido: "Porque cuando estos principios básicos se quiebran, la convivencia primero se deteriora y luego se hace inviable".
Porque este es el temor que refleja el mensaje de Felipe VI. El de la ruptura. Insitucional. Política. Familiar. "El camino no puede llevar de nuevo al enfrentamiento o a la exclusión, que –como sabemos ya– solo generan discordia, incertidumbre, desánimo y empobrecimiento moral, cívico y –por supuesto– económico de toda una sociedad", ha advertido. Frente a esta amenaza, otras recetas. "Un camino que, en cambio, sí debe conducir a que la convivencia
en el seno de la sociedad catalana –tan diversa y plural como es– recupere la serenidad, la estabilidad y el respeto mutuo; de manera que las ideas no distancien ni separen a las familias y a los amigos".
Y, por supuesto, el reconocimiento de las fortalezas de Cataluña, empañadas por la profunda crisis de los últimos meses. "Un camino que debe conducir también a que renazca la confianza, el prestigio y la mejor imagen de Cataluña; y a que se afirmen los valores que la han caracterizado siempre en su propia personalidad y le han dado los mejores momentos de su historia: su capacidad de liderazgo y de esfuerzo, su espíritu creativo y vocación de apertura, su voluntad de compromiso, y su sentido de la responsabilidad".
No es octubre. Es Navidad. La situación no viene de un referéndum ilegal, sino de unas elecciones autonómicas legales. Es el tiempo de la política. En realidad nunca ha dejado de serlo, aunque ahora la urgencia es máxima. Y el Rey lo ha recordado.