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Ignacio Sánchez Galán emprendió el lunes una huída hacia delante que consiste en negar cualquier ilegalidad en referencia a la relación de Iberdrola con Cenyt, la empresa del excomisario José Manuel Villarejo. Esta estrategia se desvía por completo de la del BBVA, que desde el principio reconoció haber contratado a Villarejo durante 13 años, lo que ahora obliga al banco a culpar a su anterior presidente, Francisco González.

En una entrevista en la Cope, Galán dijo que "la cúpula de Iberdrola no se dedica a espiar a nadie", es decir, negó la mayor. Al no reconocerlo, en el futuro puede negar haber contratado a la empresa del excomisario o, si la evidencia es abrumadora (como parece), insistir en que no hizo nada ilegal; ayer no dijo que no le hubiera contratado, sino que no hubo nada ilegal, como el espionaje.

El presidente de Iberdrola cuenta con el aprendizaje en cabeza ajena que ha sido la gestión del caso Villarejo por parte del BBVA, criticada desde todos los flancos (Banco de España, BCE, CNMV, los jueces, etc.). Ha visto el jardín en que se metió Carlos Torres al reconocer la relación con el expolicía. Algo que le obligado, primero, a eternizar una investigación interna para tratar de enterrar el escándalo y, ahora, a dejar a su mentor, Francisco González, a los pies de los caballos para salvar al actual consejo del banco y evitar la fusión con Bankia que ansían los partidos, el Gobierno y los supervisores. Y Galán no está dispuesto a correr esa suerte.

También tiene a su favor que los accionistas de BBVA están indignados con González y Torres por las enormes pérdidas que les ha provocado su gestión, mientras que los de Iberdrola están encantados con la acción en máximos históricos (pese a la corrección de ayer).

GALÁN SE VIENE ARRIBA

Eso ha llevado a Galán a envalentonarse, a personarse en la causa que investiga la Audiencia Nacional y a pedir que "no se impida que se publique todo aquello que consideren los medios de comunicación", aunque le perjudique. E incluso a tratar de dar la vuelta a la tortilla y acusar de sus males a Florentino Pérez, la víctima del supuesto espionaje, en una maniobra muy similar a la de Mediaset responsabilizando a Atresmedia de sus problemas reputacionales tras permitir y emitir una violación en uno de sus programas estrella.

La cuestión es si esta estrategia tan arriesgada le saldrá bien a Galán o se verá desmontada por las abundantes pruebas de que dispone Villarejo y que sigue filtrando a determinados medios. Pero la posición adoptada le permite hacer un escalado en función de las pruebas en su contra: decir que no contrató a Villarejo si no hay documentos que lo demuestren; admiktir que le contrató pero no hizo nada ilegal; o, en el caso extremo, siempre puede recurrir a la defensa de FG: esto fue cosa del jefe de seguridad y yo no sabía nada.

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