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No está siendo el mejor año para las acciones tecnológicas. En lo que va de 2022, el Nasdaq se ha dejado un 20%, de los cuales un 5% corresponde a las últimas semanas. La alta inflación, el endurecimiento de la política monetaria por parte de los distintos bancos centrales y el riesgo de recesión, así como los malos resultados del primer semestre, le han pasado factura a los valores tecnológicos. Con todo, las principales empresas de este sector han cogido aire en las últimas semanas, ya que los inversores esperan que estas sean capaces de capear los vientos en contra de la economía. En este sentido, Peter Choi, analista sénior en Vontobel Quality Growth Boutique, señala que “durante la actual fase de ventas, encontramos valoraciones que nos compensan cada vez más por la volatilidad a corto plazo, y aprovechamos la oportunidad para aumentar nuestras posiciones en las participaciones tecnológicas”.

El experto de la firma suiza subraya que resulta difícil predecir la trayectoria a corto plazo de la economía y los tipos de interés, aunque recalca que “las fluctuaciones macroeconómicas se dejarán sentir en estas empresas”. “Es de suponer que los inversores en este tipo de compañías serán optimistas en cuanto a sus perspectivas a largo plazo, pero también tendrán en cuenta la posible volatilidad a corto plazo derivada de la ciclicidad económica”, apunta.

Sin embargo, no todo el monte es orégano. En los próximos meses y años, las grandes compañías tecnológicas se verán afectadas por importantes normativas, como la Norma de Servicios Digitales (DSA) y la Norma de Mercados Digitales (DMA) impulsadas por la Unión Europea. “Las dos propuestas tienen un único objetivo: garantizar que nosotros, como usuarios, como clientes, como empresas, tengamos acceso a una amplia gama de productos y servicios seguros en línea, al igual que en el mundo físico. Que todas las empresas que operan en Europa, grandes o pequeñas, puedan competir libre y equitativamente en línea, igual que lo hacen fuera de ella. Porque este es un solo mundo. Y, por supuesto, hacer que lo que sea ilegal en el mundo offline lo sea en el online”, explicaba la comisaria europea de Competencia, Margrethe Vestager, en diciembre de 2020 durante la presentación de estas normas.

En resumen, ambas normativas tienen como objetivo conseguir mayor seguridad para los usuarios, una mejor aplicación de la ley, una moderación de contenidos más amplia y, sobre todo, más transparencia, quizás uno de los puntos de mayor interés ya que “exigirá a las plataformas que nos digan cómo funcionan sus algoritmos”. “¿Por qué un vendedor está mejor clasificado que otros? ¿Por qué vemos esto primero, esto segundo y algo tal vez no lo vemos? La DSA también exigirá a las plataformas que nos digan cómo sus sistemas de recomendación seleccionan el contenido que nos muestran, pero no exigirá que nos revelen sus algoritmos”, señaló Vestager, recalcando que esto “nos dará una mejor idea de quién está tratando de influir en nosotros y cómo, así como la elección en cuanto a si queremos confiar en ello o no”.

Para Choi, “la UE va por delante de EEUU”, esperando para la primera economía del mundo “cambios muy limitados” debido a que “las demandas antimonopolio más ambiciosas de la FTC (Comisión Federal de Comercio) o el DOJ (Departamento de Justicia) se enfrentarán al reto de superar décadas de precedentes judiciales en torno al alcance de la ley antimonopolio”.

“Esto dejaría al Congreso con la responsabilidad de hacer cambios más sustanciales a través de una nueva legislación, pero esto parece poco probable dadas las diferentes prioridades que tienen los republicanos y los demócratas y la falta general de votos”, ha añadido.

Por su parte, la DSA y la DMA europeas son dos reglamentos que se “dirigen a prácticas comerciales específicas empleadas por los "guardianes digitales", como la configuración por defecto, los pagos en las tiendas de aplicaciones o el uso cruzado de datos”. “Estas normas son más novedosas, y los inversores deben ser conscientes de las posibles repercusiones tanto en la rentabilidad como en el crecimiento futuro”,explica Choi.

Sin embargo, advierte este experto, los efectos de estos reglamentos “tardarán algún tiempo en manifestarse, ya que no se espera que las acciones de aplicación reales comiencen hasta finales de 2023 o principios de 2024”. Para entonces, “las grandes empresas tecnológicas pueden optar por poner a prueba algunas de estas nuevas leyes en los tribunales”.

“Además, esperamos que las franquicias principales permanezcan intactas, ya que sería muy difícil dar lugar a un nuevo sistema operativo móvil o a un nuevo motor de búsqueda, por ejemplo”, agrega el analista de Vontobel.

Por otro lado, algunos gestores de fondos han argumentado que, si bien el impacto que han tenido las ventas de las compañías de crecimiento sobre las grandes empresas tecnológicas es una tendencia a corto plazo que depende del ciclo económico mundial, el cambio más importante es que empiezan a aparecer “verdaderas grietas” en el modelo de negocio principal de las grandes empresas de este sector, que depende de la globalización y del efecto de red para crear escala.

Para Choi, las grandes tecnológicas mundiales se benefician de “un entorno operativo más homogéneo”, ya que “el hecho de que el régimen normativo se fracture más a medida que los países evolucionan de forma diferente puede añadir complejidad al modelo de negocio”. “Sin embargo, es poco probable que esto cambie fundamentalmente la fuerza de las principales franquicias empresariales”, añade.

Desde Vontobel subrayan que las compañías de gran capitalización siguen siendo algunas de las empresas más rentables del mundo, “con unas perspectivas de crecimiento envidiables, aunque los inversores tengan que recalibrar sus expectativas”. “Más preocupante sería que los gobiernos se volvieran más abiertamente nacionalistas y trataran de desarrollar activamente sus propios sustitutos locales, pero esa no es la trayectoria actual”, sentencia Choi.

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